Resumen
En 1868, Cruz se encuentra en Pergamino, “casado o amancebado, padre de un hijo, dueño de una fracción de campo” (65). Al año siguiente lo nombran sargento de la policía rural; “había corregido el pasado” (ídem). Aunque tiene todo para ser feliz, interiormente no lo es. Le falta atravesar el instante de una noche para sentirse realizado; cometer un acto en el que descubrirá su destino: “El momento en que el hombre sabe para siempre quién es” (66).
Análisis
Llegado este momento, lo que parecía la simple biografía de un gaucho comienza a adquirir tintes metafísicos en la medida en Borges integra a la narración distintas reflexiones acerca del tiempo, el destino y el sentido de la existencia. Esto lo explica bien el crítico Alazraki cuando analiza el modo en que la filosofía, la literatura y la religión se funden en la obra de Borges:
Los cuentos de Borges son, pues, el punto donde sus motivaciones metafísicas y teológicas y sus invenciones literarias se resuelven en un símbolo que las expresa sintetizadas. Hemos visto de qué manera sus narraciones ganan en intensidad estética al ser fecundadas por una doctrina que las interpreta y explica, y cómo esas hipótesis filosóficas se llenan de realidad al transformarse en materia narrativa. Motivación e invención quedan amalgamadas en una unidad indivisible (1974: 40).
Esto es exactamente lo que sucede en “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”. Borges no discurre simplemente acerca de la identidad, el sentido de la vida o la mayor intensidad del instante respecto al total de una vida, sino que proyecta todas sus reflexiones en la historia de un gaucho que, tras haberse asimilado a la vida civilizada, descubre que no es allí donde va a encontrar la plenitud y la felicidad. La historia del gaucho da materialidad al abstracto discurso metafísico y, al mismo tiempo, cobra una mayor complejidad al nutrirse de este.
Nos acercamos, entonces, al momento decisivo que le dará sentido a la existencia de Cruz: ese “momento en que el hombre sabe para siempre quién es” (66). El instante en el que se reencontrará, gracias a la aparición de ese otro gaucho que es igual a él, con su propia identidad, con su destino. Mientras analiza el valor que cobra el instante como unidad temporal en la obra de Borges, el crítico Alberto Julián Pérez explica:
“En sus cuentos el instante interrumpe la sucesión temporal y conecta al individuo con lo transcendental, mítico y metafísico. En el instante trascendente la conciencia del sujeto percibe el valor simbólico de sus propios actos; el instante relaciona al personaje con su verdad ontológica: le muestra cuál es su verdadera identidad” (1986: 115).
El hecho de que Borges presente este cuento bajo el título de “biografía” no es más que una jugada que le permite plasmar sus reflexiones acerca del tema metafísico del tiempo. A diferencia de una biografía real, no estamos aquí ante la narración objetiva y cronológicamente organizada de la vida de un sujeto histórico, sino que se nos ofrece lo indispensable para comprender el único momento importante de una vida ficcional: “Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche” (66). Para Borges, el instante, esa suerte de unidad temporal mínima, puede ser más relevante, intenso y decisivo que toda una historia de vida.