El grito del chajá (Imagen sonora)
El chajá es un ave típica de las pampas y un motivo bastante reiterado en la literatura gauchesca. Esta ave emite un canto característico para alertar a los suyos, cuando algún movimiento cercano la sorprende, de modo que puedan escapar de un posible depredador. Es por eso que los habitantes de la pampa acostumbran a prestarles atención y se guían por sus cantos para saber de posibles movimientos a su alrededor. Dos gritos de chajá se mencionan en este relato: el primero cuando los soldados están por atrapar a Cruz: “El grito de un chajá le advirtió que lo había cercado la policía” (65). El segundo, años después, cuando el propio Cruz devenido sargento está por atrapar a Fierro: “Gritó un chajá; Tadeo Isidoro Cruz tuvo la impresión de haber vivido ya ese momento” (67). De este modo, el canto se presenta en función de generar un paralelismo entre los dos hombres.
El aspecto de Fierro (Imagen visual)
El encuentro entre el sargento Cruz y Fierro transforma completamente al primero, quien se reconoce inmediatamente en la fiereza y la valentía del segundo: “Cruz lo entrevió terrible; la crecida melena y la barba gris parecían comerle la cara” (67). Fierro es un habitante de la pampa y su aspecto desaliñado poco tiene que ver con el sentido común ‘civilizado’ del hombre de la ciudad. Cruz, que es como él, se identifica inmediatamente con ello: “Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él” (ídem).