Resumen
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Ocho días después, Hazel recibe una llamada en el medio de la noche y le avisan que Augustus ha muerto. Ella les avisa a sus padres y a Isaac y se sume en un profundo dolor. Durante todo el día siguiente, siente que incluso los recuerdos de todo lo que vivieron juntos, ahora que Gus no está, son menos reales. Comparando su dolor en la escala que utilizaba con las enfermeras en el hospital durante sus tres años de idas y venidas con el cáncer, este nuevo sufrimiento corresponde a un 10, el máximo posible en la escala, que se venía reservando. En un momento, decide llamarlo y escucha su voz en el contestador automático, que le indica que ese espacio solo para ellos que tenían cuando hablaban por teléfono ha desaparecido también. Luego se pone a revisar su Facebook, que ya se ha llenado de mensajes de condolencias. Una publicación le parece indignante y escribe una respuesta mordaz, pero no recibe ningún comentario. Finalmente, se acurruca junto a sus padres y se queda allí por horas.
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Hazel no quiere ir al funeral realmente y estar en compañía de todos los que alguna vez conocieron a Gus, pero comprende que debe hacerlo. Reunidos en El Corazón de Jesús para el velorio, observa a la gente que se acerca al ataúd y luego lo hace ella misma, deteniéndose un momento antes para abrazar a los padres del difunto. Al ataúd se acerca sin el tanque de oxígeno, queriendo valerse por sí sola, y una vez allí observa el cadáver, vestido con el traje que usó durante la cena en el Oranjee, le da un beso en la mejilla y le dice que lo ama. Antes de irse, utiliza el código que tenían para entenderse mutuamente, le dice “okay” y le deja un paquete de cigarrillos escondido en el féretro.
Luego comienza la ceremonia, y cuando el sacerdote dice algo que a Hazel le parece asqueroso, siente que alguien desde atrás le susurra: “Menuda sarta de estupideces, ¿verdad?” (p.262). Hazel se voltea y se encuentra con Peter Van Houten, vestido con un traje blanco y una camisa azul pastel y, aunque se sorprende, trata de ignorarlo. Isaac da un discurso diferente al que pronunció el día del prefuneral, pero que es de todas formas conmovedor. Otros amigos de Augustus dicen algunas palabras y luego le toca a Hazel. La narradora, en lugar de dar el discurso que había escrito para el prefuneral, y que es lo que a ella o a Gus les habría gustado escuchar, termina por dar un discurso lleno de frases motivacionales, mientras piensa que lo que uno dice en un funeral no es para el muerto sino para los que están vivos. Finalmente, también habla una de sus hermanas, y su cuñado pone una canción de los Hectic Glow, la banda preferida de Gus.
Hazel no quiere ir al cementerio, pero sus padres le hacen ver que es lo que corresponde. Una vez terminada la ceremonia, Peter Van Houten le pide a la familia de Hazel que lo lleven al lugar donde dejó estacionado su auto de alquiler. En el trayecto trata de hablar con Hazel, siempre con su tono condescendiente y arrastrado, recurriendo a metáforas y alegorías, pero Hazel lo hace callar y le pide que se baje del auto. Al anochecer, la narradora pasa la velada junto a sus padres y se acuesta. En un momento, mientras está en el baño cepillándose los dientes, su padre entra y habla con ella sobre la vida y el amor, tratando de reconfortarla.
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Unos días después, Hazel visita a Isaac. Los dos juegan a un videojuego para ciegos, tratando de lograr que la inteligencia artificial haga cosas graciosas con sus personajes, como permitirles tener sexo con las paredes de una cueva. Después de un rato pausan el juego y comienzan a hablar de Gus; Isaac le dice a Hazel que su amigo realmente la amaba, y le cuenta que, al parecer, Augustus estuvo trabajando en la secuela de Un dolor imperial que le había prometido.
Con esta información, Hazel se dirige a su auto para visitar a los padres de Gus, pero cuando lo hace descubre que Peter Van Houten la está esperando, escondido en el asiento trasero. Van Houten le pide perdón por aquella irrupción, pero no se baja del coche cuando Hazel se lo pide y, mientras la chica maneja, le sigue pidiendo disculpas por haberles arruinado el viaje. A esto Hazel le responde que no fue así, que el viaje estuvo genial y que él no debería creerse tan importante como para pensar que se los había arruinado. De pronto, Hazel se da cuenta de que alguien importante en la familia del escritor debía haber muerto. Le pregunta entonces si tuvo una hija y si esta murió de leucemia, al igual que Anna en su novela. A todo esto Van Houten responde afirmativamente: su hija murió a los 8 años y él tuvo la responsabilidad de explicarle a la niña que iba a morirse. Cuando lo hizo, le prometió que él se le uniría pronto en el Cielo, pero ya pasaron 22 años de aquello y él sigue vivo, por más que le pese. Hazel le dice entonces que regrese a su casa, que deje de beber alcohol y que escriba. Van Houten accede, pero ni bien se baja del coche vuelve a llevarse la botella de whisky a la boca.
Tras llegar a la casa de Gus y saludar a los padres, Hazel les pide permiso para bajar al sótano y buscar la posible novela que estaba escribiendo su novio antes de morir. Los padres la dejan hacer tranquila, pero la narradora no encuentra nada. Luego, se acuesta un rato en la cama de Augustus, buscando su olor, que aun persiste entre las sábanas. Cuando regresa a la sala de estar, los padres de Gus dicen que sienten mucho que no haya encontrado nada, pero que es difícil que su hijo haya podido escribir algo, dada su situación de salud en el último tiempo.
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Tres días después, el padre de Gus llama a Hazel para decirle que encontraron una libreta, toda en blanco, pero a la que le faltan unas páginas, que fueron arrancadas. Hazel piensa dónde puede haber dejado Gus esas páginas y hasta llega un rato antes a la reunión del Grupo de Apoyo para revisar El Corazón de Jesús y ver si están allí. Sin embargo, no encuentra nada por ningún sitio. Durante la reunión del Grupo de Apoyo, Hazel está abstraída en sus pensamientos, hasta que Patrick le hace una pregunta y ella responde que desearía morir. Entonces, Patrick le contesta que por qué no lo hace, lo que deja reflexionando a Hazel, que no tiene una respuesta.
Una vez que regresa a su casa, comienza una discusión con su madre, quien quiere obligarla a cenar, aunque ella no tiene apetito. En la discusión, Hazel hace mención a lo que le escuchó decir una vez a su madre en el hospital: tras su muerte, ella ya no sería madre. La madre pide disculpas por aquellas palabras y le dice que siempre será su madre, esté ella viva o no. A esto Hazel le responde que desea una vida plena para ellos después de que ella muera; no quiere imaginarlos como Van Houten, ebrios y patéticos sin poderse recuperarse de su muerte. Entonces su madre confiesa que ha estado haciendo una maestría en Asistencia Social, con el objetivo de ejercer la profesión tras la muerte de su hija. Esto hace muy feliz a Hazel, quien festeja la decisión, a la vez que se da cuenta, por primera vez, que esa mujer tiene una vida más allá de preocuparse por ella. Hazel y sus padres miran televisión juntos, aunque la apagan en un momento, cuando Hazel les pregunta si estarán juntos tras su muerte, y les hace prometer que no se separarán.
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Al día siguiente, Hazel recibe una llamada de su amiga Kaitlyn y charlan brevemente por teléfono. Kaitlyn le pregunta qué se siente estar enamorada, y hace un comentario inocente que de pronto ilumina a Hazel: quizás Augustus ha enviado las páginas que le faltan a su cuaderno por correo a Van Houten. Apurada, cuelga el teléfono y le envía un correo a Lidewij para pedirle que se dirija a la casa de Van Houten y rescate la carta de Augustus. Lidewij le responde esa misma tarde, dándole el pésame por la muerte de Gus -de la que acababa de enterarse- y diciéndole que al día siguiente iría junto a su novio y recuperará la carta.
Al día siguiente, Hazel y sus padres hacen un picnic en el parque para celebrar la toma de la Bastilla. Hazel se queda absorta contemplando todo a su alrededor: los niños, los árboles, el parque, la luz… hasta que su padre le habla y la hace volver en sí. Tras el almuerzo, visitan la tumba de Gus, y Hazel le deja una banderita francesa clavada en la tierra removida hace tan poco tiempo. De regreso a la casa, encuentra un e-mail de Lidewij con cuatro archivos adjuntos. En el correo, ella le cuenta que Van Houten estaba muy ebrio cuando llegaron, pero logró encontrar la carta de Augustus y obligó al escritor a leerla. Van Houten le dio la instrucción de enviársela por correo, sin modificarle una sola palabra.
La cara está escrita en una letra totalmente irregular, pero el tono es el de Augustus. Antes de morir, Gus le pidió a Van Houten que escribiera un discurso fúnebre para Hazel, con el contenido que él le enviaba en las cartas. Gus dice que él es una buena persona pero un pésimo escritor, mientras que Van Houten es todo lo contrario, por lo que serán una buena combinación. En la carta reconoce que preocuparse por dejar huellas en el mundo es en realidad una forma de dejar cicatrices de dolor, y menciona luego que Hazel es la verdadera heroína, y no él tratando de hacer algo para que lo recuerden. Luego describe la vez que Hazel estaba en terapia intensiva y él logró colarse unos minutos para estar con ella y, finalmente, vuelve a destacar su hermosura, y declara que uno no puede elegir a quién va a lastimar en el mundo, pero sí puede elegir quién lo lastimará a uno. Y él elige a Hazel.
La novela finaliza cuando Hazel termina de leer la carta y dice que ella también lo elegiría a él.
Análisis
La última sección del libro está marcada por la muerte de Augustus y su funeral, y pone de manifiesto el nuevo lugar en el que se encuentra Hazel después de todas las experiencias que ha atravesado. La novela de aprendizaje cierra sobre un personaje que ha madurado y ha cambiado mucho la forma de pensar y de interpretar el mundo. A pesar del terrible dolor que la narradora siente ante la muerte de su novio, hay una paz y una aceptación en la forma de ver los hechos trágicos que son lo más cercano a un final consolatorio que puede esperarse de una novela sobre jóvenes que padecen enfermedades terminales.
El día del funeral de Augustus, Hazel pronuncia un discurso muy diferente al del prefuneral, y tan poco importante para ella misma que ni siquiera está recogido en su totalidad en la novela, sino solo esbozado. En lugar de hablar de su amor por Gus y de ese infinito que habían creado para los dos, el discurso de Hazel visita todos los lugres comunes de los mensajes motivacionales, de los que tanto ella como su novio se burlaron los meses pasados: “-En casa de Gus hay un dibujo con una gran frase, una frase que tanto a él como a mí nos parecía muy reconfortante: «Sin dolor, ¿cómo conoceríamos el placer?»” (p.263). Por supuesto que Hazel está revisando una parte de su vida con humor y amargura. Cuando ella se cruza por primera vez con ese estímulo, en el capítulo 2, la madre de Gus le dice que le encanta, y ella le contesta que es “una idea preciosa” (p.43), mientras que en verdad piensa que es una imbecilidad sin sentido: “Podríamos analizar este estúpido y poco sofisticado argumento sobre el sufrimiento durante siglos, pero baste con decir que la existencia del brócoli en ningún caso afecta al gusto del chocolate” (p.43). Sin embargo, Hazel deja de lado sus valoraciones despectivas sobre estas frases (al menos en su discurso, porque al lector le dice: “Seguí soltando estímulos de mierda mientras los padres de Gus, tomados del brazo, se abrazaban y asentían a cada palabra mía”, p.263) y constituye su discurso con ellas, porque, como expresa, “había decidido que los funerales son para los vivos” (p.263), y quienes más consuelo necesitan en ese momento son los padres de Gus (y ella misma). En esta declaración, Hazel también parece atacar de forma solapada y, al mismo tiempo, hacer las pases con todos aquellos que llenan con publicaciones los muros de Facebook de Caroline y del propio Gus: por un lado, se muestra en contra de aquellos que dirigen mensajes a los muertos en sus redes (como si ellos pudieran leerlos) mientras que, por el otro, avala esta conducta de buscar apoyo en lugares comunes de la que se ha burlado en el pasado.
El discurso de Isaac también es diferente, pero no está lleno de falso aliento como el de Hazel y es mucho más personal. Puede pensarse, también, que aunque Hazel diga que su intención es hacer un discurso para los vivos, ella también esté tratando de resguardar su amor hacia Augustus en el ámbito de lo privado, y por eso contrasta con la intimidad del discurso de Isaac. Como menciona en otro momento, la historia de amor entre ellos no está hecha para trascender, y morirá con ellos.
Las interacciones de Hazel con Van Houten en los capítulos siguientes muestran su aceptación de que los adultos -y los escritores- no son más que meros humanos, con sus falencias y sus limitaciones. A pesar de que Hazel llama a Van Houten su tercer mejor amigo en el primer capítulo de la novela, al final muestra una madurez importante al distinguir entre el autor y su obra, e incluso poder comprender la relación entre la pena de una persona y sus vicios. Esto último se pone de manifiesto cuando Hazel se percata, repentinamente, de que Van Houten debía haber tenido una hija que murió por una enfermedad, y que su alcoholismo es una vía de escape a la pena profunda que sigue experimentando cada día de su vida. Esta maduración del personaje es propia de las novelas de aprendizaje que trabajan sobre la transición entre la adolescencia y la adultez, y es el resultado de todo un proceso que la novela registró en su progresión.
La felicidad de Hazel al enterarse de que su madre está haciendo un máster en Asistencia Social es catártica tanto para ella como para los lectores. Desde su primer diagnóstico hace más de tres años, la narradora ha estado sintiendo la presión de absorber todo el tiempo de sus padres y ser la única razón de sus vidas. Ante la posibilidad de morir, Hazel sufre al pensar que sus padres quedarán destrozados y no podrán salir adelante. La imagen de Van Houten convertido en un alcohólico patético y abrumado por un dolor que no ha podido elaborar solo contribuye a acrecentar su miedo. Por eso, cuando conoce los planes de su madre, siente mucho orgullo por ella, aunque se trate de planes que solo se harán realidad cuando ella haya muerto, y sus lágrimas mezclan algo de tristeza con un inmenso alivio y felicidad.
Además, esta revelación que hace la madre también contribuye a darle cierto espesor a la construcción de los personajes paternales en la novela, en general planos y superficiales: con esta nueva información, tanto Hazel como el lector deben revisar la figura de la madre y descubrir una intencionalidad y una fuerza de voluntad poderosas en situaciones que antes habían sido interpretadas como una “falta de vida personal”:
-Así que cuando estás esperándome afuera de la universidad, del grupo de apoyo o donde sea, siempre estás…
-Sí, trabajando o leyendo.
-Es genial. Quiero que sepas que, cuando esté muerta, suspiraré desde el cielo cada vez que pidas a alguien que comparta sus sentimientos”.
(p.288)
Los festejos que la madre hace por pequeñas festividades (como el día de la toma de la Bastilla, que no es una fecha memorable para los Estados Unidos) aparecen al inicio y al final de la novela y demuestran que la vida sigue adelante, mutando constantemente y, al mismo tiempo, manteniéndose estática en muchos otros aspectos. La madre de Hazel, una gran influencia en su vida, le ha enseñado a su hija a ser feliz y a disfrutar de lo cotidiano, como cuando hacen un picnic para festejar un día sin demasiada importancia, y esto le da a Hazel la habilidad de sentir dolor por la muerte de Gus pero, al mismo tiempo, prepararse para seguir adelante con su vida.
La carta de Augustus con la que Green cierra la novela demuestra que el joven finalmente ha aceptado que no llegará a realizar ninguna hazaña para que el mundo lo recuerde, y que no solo está en paz con ello, sino que ha comprendido la increíble valentía de Hazel al aceptar que todo individuo está condenado a desaparecer sin dejar rastros. La carta también le permite a Hazel hacer un cierre sobre la muerte de su novio, abandonar la idea de una secuela para Un dolor imperial y, aún más importante, aceptar el dolor y la dicha que la relación entre ella y Augustus ha traído aparejados.