Adiós a las armas

Adiós a las armas Resumen y Análisis Primera parte, Capítulos I-VII

Resumen

Capítulo I

Henry retrata la vida militar en un pueblo de Italia durante la Primera Guerra Mundial. Detalla la geografía del pueblo y los movimientos del ejército que combate en las montañas cercanas. Describe el paisaje y los movimientos militares mediante el paso de las estaciones, comenzando con el final del verano, pasando por el otoño y finalizando con la llegada del invierno, estación en la que el cólera se extiende cobrándose la vida de siete mil hombres.

Capítulo II

El año siguiente, el ejército italiano logra una serie de victorias sobre el río Isonzo y avanza por los terrenos conquistados. Henry se instala junto a su unidad en un pueblo llamado Gorizia. Allí, la vida no le recuerda el horror de la guerra; la ciudad no fue destruida, cuenta con hospitales, cafeterías y dos burdeles, uno para los soldados y otro para los oficiales.

Durante una cena, el capitán de Henry y su ayudante hostigan al capellán, lo tratan de homosexual y despotrican contra la religión. Henry, que se compadece de él, cambia el tópico de conversación y los comensales comienzan a debatir sobre qué lugar debería visitar cuando se tome su permiso. Como es invierno, las ofensivas militares de ambos bandos se detienen hasta la llegada de la primavera, motivo por el que el narrador puede pedirse un permiso. El capellán lo invita a los Abruzos, donde lo puede recibir su familia.

Capítulo III

Henry regresa de su viaje y se encuentra con su compañero de habitación, el cirujano Rinaldi, quien le comenta que está enamorado de una enfermera inglesa llamada Catherine Barkley, que trabaja en el Hospital Británico.

En la cena, Henry se sienta con el capellán, que le reprocha no haber visitado los Abruzos, donde su familia estaba lista para recibirlo.

Capítulo IV

A la mañana siguiente, Henry se despierta con el sonido de una pieza de artillería que dispara en un jardín aledaño. Luego se dirige al taller mecánico, donde se pone al día sobre el estado de las ambulancias tras su larga ausencia. En esta charla, se revela que es teniente y conductor de ambulancias.

Cuando vuelve a su habitación, Henry se encuentra con su compañero, Rinaldi, quien le pide que lo acompañe a verse con la enfermera Catherine Barkley. En el jardín del hospital, entabla una conversación con ella mientras Rinaldi habla con otra enfermera, Elena Ferguson. Durante la charla se revela que Henry es estadounidense y él mismo no sabe explicar por qué motivo se unió al ejército italiano. Catherine habla sobre su prometido, que murió el año anterior en la guerra. Cuando Henry y Rinaldi se retiran, este último menciona haber advertido que Catherine lo prefiere a Henry antes que a él. Sin embargo, la situación no parece molestarle y no descarta establecer algún vínculo con Elena.

Capítulo V

Henry va al Hospital Británico a visitar a Catherine, pero una enfermera le informa que está de servicio, por lo que se retira y conduce por Plava, donde observa la nueva carretera que están construyendo para una futura ofensiva. Mientras conduce lo detienen unos carabineros aliados y, en ese preciso momento, una lluvia de proyectiles impacta más adelante y destruye la carretera.

Henry va a Gorizia, cena rápido y vuelve al hospital británico para ver a Catherine. Ella se encuentra con su amiga Elena, que se despide para darles intimidad. En ese momento, Elena llama a Henry por su nombre, que hasta el momento no se había revelado. Cuando quedan a solas, él intenta darle un beso, pero ella lo rechaza con una cachetada. Sin embargo, ella se excusa y termina por pedirle que se besen. Luego, Henry la acompaña a su casa y posteriormente se va a la suya, donde se encuentra con Rinaldi, quien nota que entre su amigo y la enfermera ha sucedido algo.

Capítulo VI

Luego de tres días sin verse, Henry visita a Catherine. Esta ausencia despierta una gran inseguridad en la joven, quien le exige que le diga que la quiere y que nunca volverá a desaparecer de esa forma. Henry miente para tranquilizarla: él no cree quererla, pero prefiere soportar sus demandas antes que ir a los burdeles.

Repentinamente, Catherine cambia de actitud y acusa a Henry de estar interpretando un papel, aludiendo a que su enamoramiento no es más que una actuación. Él niega las acusaciones e intenta convencerla de lo contrario. Finalmente, Catherine accede a besarlo cuando se despiden. Cuando regresa a su habitación, Rinaldi lee la consternación en la cara de Henry y se alegra de no estar involucrado sentimentalmente con una inglesa.

Capítulo VII

A la tarde siguiente, Henry vuelve de su puesto y se encuentra con un soldado que no puede seguir el ritmo de su pelotón. El hombre confiesa tener una hernia que ha empeorado porque él mismo tiró su braguero (un soporte para la hernia), con la intención de que su herida se intensifique y quedar imposibilitado para combatir. Como el capitán médico de su regimiento está al tanto de estas jugadas, el soldado sabe que su plan va a fracasar. Henry trama un plan: le dice al soldado que se deje caer en el camino y se lastime la cabeza. De esa forma, él mismo podrá levantarlo con la ambulancia y llevarlo al hospital. Lamentablemente, el plan fracasa, ya que cuando Henry va a buscar al herido, este ya ha sido recogido por otros soldados y devuelto a su regimiento.

Henry vuelve a su casa. En dos días comenzará una ofensiva y deberá ir a Plava para transportar heridos. Por tal motivo, escribe y envía algunas cartas a Estados Unidos. Está convencido de que en Plava no va a sucederle nada, se demuestra seguro de sí mismo y expresa que la guerra no le parece peligrosa. Piensa en Catherine y describe una detallada fantasía en la que van juntos a Milán y terminan haciendo el amor en un hotel.

Por la noche, Henry cena con sus compañeros en la cantina. Como es usual, se burlan del capellán hasta que este decide retirarse. Luego, el comandante desafía a Henry para ver quién soporta tomar más alcohol. Henry acepta, pero luego abandona el juego para visitar a Catherine. Sin embargo, la visita no se concreta, ya que Elena le informa que Catherine está enferma.

Análisis

Ernest Hemingway es, sin lugar a dudas, uno de los escritores en prosa norteamericanos más influyentes del siglo XX. Adiós a las armas, una de sus obras más famosas, es un claro ejemplo de su estilo narrativo parco y depurado de ornamentos, algo que puede comprobarse desde los primeros capítulos.

A pesar de que el narrador en primera persona presenta una visión desapegada, que parece no estar comprometida con los hechos que cuenta, la novela logra transmitir al lector de forma magistral la profunda crisis humana generada por la Primera Guerra Mundial.

Hemingway pertenece a la llamada “Generación perdida”, un grupo de jóvenes escritores desilusionados que emergen tras la Primera Guerra Mundial y cuya obra se caracteriza por denunciar el modo en que el gran conflicto bélico devastó a la humanidad, no solo por las pérdidas materiales, sino -y más profundamente- por la pérdida de los valores éticos y morales de la cultura occidental. Para la generación perdida, la modernidad es un episodio histórico estéril y vacuo, algo que se representa muchas veces a través de imágenes que remiten a al polvo y a la sequedad. Así, Adiós a las armas comienza con una descripción idílica del campo y las montañas, pero el idilio se rompe cuando las tropas comienzan a desfilar y el paisaje se cubre completamente con una capa de polvo que representa la esterilidad y la inminente decadencia de ese mundo idealizado:

Las tropas pasaban por delante de la casa y se alejaban por el camino, y el polvo que levantaban cubría las hojas de los árboles. Los troncos también estaban polvorientos y, aquel año en que las hojas habían caído tempranamente, veíamos cómo las tropas pasaban por el camino, el polvo que levantaban; la caída de las hojas, arrancadas por el viento; los soldados que pasaban, de nuevo, bajo las hojas, el camino solitario y blanco (p. 7).

Este pasaje, además, ilustra con claridad un procedimiento narrativo recurrente en toda la novela: la repetición de frases y estructuras sintácticas que congelan la narración en una determinada imagen y evitan que la acción avance. Este recurso contribuye a transmitirle al lector la sensación de estancamiento y de falta de expectativas que experimentaron los soldados durante la guerra; la idea de que el mundo al borde de la catástrofe es un mundo estático y abrumador. En él, los personajes están aprisionados y desalentados, totalmente carentes de expectativas a futuro. Análogamente, el recurso de la repetición también se presentará a lo largo de toda la novela en los diálogos de los personajes. Como veremos más adelante, la experiencia de los horrores de la guerra no es comunicable y, por eso, las conversaciones tienden a volverse repetitivas hasta el punto de perder todo sentido. Así, mediante todo aquello que no logra expresarse, el lector logra recrear la profunda desazón que genera la experiencia bélica.

Cabe destacar que el narrador apenas sí se refiere al contexto inmediato en el que se encuentra. La novela comienza con una referencia temporal vaga, “aquel año” (p. 7), que no ayuda al lector a situarse históricamente dentro de la guerra. Esta indefinición produce dos efectos: por un lado, el lector debe contextualizar la narración y reponer los datos concretos para situar la acción en el marco de las batallas libradas durante la Primera Guerra Mundial. Al mismo tiempo, con la falta de definición, el narrador logra generalizar la experiencia de la guerra hasta universalizarla: en verdad, poco importan el año y el lugar en el que se desarrolla su historia, lo importante es el horror y la destrucción en el que la humanidad se hunde irrevocablemente. Esta falta de referencias contextuales forma parte de uno de los elementos más distintivos del estilo hemingwayano, una técnica que el propio autor designa bajo el nombre de la 'teoría del iceberg' (y que se conoce también como 'teoría de la omisión'): en ella, el escritor selecciona una cantidad acotada de acciones y omite el resto con el objetivo de que el lector se encargue de reponerlo. Al igual que con un iceberg, lo narrado constituye el elemento visible de una gran construcción que subyace en forma connotada bajo la superficie de la historia. Este estilo de escritura es muy cercano al periodístico, que se concentra en reponer acciones y eventos concretos, sin analizarlos en profundidad o reflexionar en torno a ellos. Hemingway aplicó su teoría del iceberg tanto a sus novelas como a sus cuentos, puesto que estaba convencido de que el significado de una historia no debe explicitarse en la narración, sino que debe presentarse de forma subyacente y es tarea del lector reponerlo e interpretarlo.

Es interesante destacar el foco desde el que Hemingway presenta el conflicto bélico: en Adiós a las armas, la acción no se centra en las batallas armadas, sino en la vida que atraviesan los soldados en el frente mientras aguardan el combate. Esa vida está marcada por la espera y la constante amenaza de la muerte. Mientras esperan y se entretienen como pueden, los soldados escuchan constantemente las explosiones a lo lejos con la certeza de que, en cualquier momento, una ofensiva puede caer sobre ellos.

Esta dimensión de la guerra, más relacionada con la logística que con el combate propiamente dicho, se presenta a través de los ojos del narrador, Frederick Henry, un estadounidense que se alistó en el ejército italiano y trabaja como conductor de ambulancias. El trabajo de Henry consiste en transportar a los heridos desde el frente de batalla hasta los hospitales de campaña y, gracias a ello, puede estar en contacto tanto con los soldados que combaten como con los oficiales que planifican la guerra y los doctores que atienden a los heridos. Henry, un claro ejemplo del héroe hemingwayano, se caracteriza por ser capaz de resistir a la presión de grandes conflictos y mantener la sangre fría en contextos donde la posibilidad de la muerte es inminente.

Como suele suceder en cada guerra, los burdeles son la principal forma de entretenimiento a disposición de los soldados. El sexo casual y vaciado de emocionalidad cobra un significado especial en el contexto de la guerra: tal como afirman Henry y sus compañeros, nadie desea generar descendencia en un mundo sumido en la violencia y la destrucción. Por ello, el contacto sexual se busca solo como una forma de escapar, aunque sea momentáneamente, al espectro de la muerte que acecha a los soldados a cada momento.

En esta línea, el deseo exacerbado que Rinaldi muestra por casarse con Catherine -a quien todavía llama señorita Barkley, lo que pone en evidencia que no existe ninguna intimidad entre ellos- no es simplemente una manifestación del deseo sexual. Además, demuestra hasta qué punto los individuos sumidos en el caos de la guerra anhelan encontrar alguna dimensión de su vida sobre la que ejercer cierto control. Rinaldi se refugia en el amor incipiente que siente hacia la enfermera como una forma de olvidarse, aunque sea temporalmente, del horror que parece consumirlo todo.

Más adelante, cuando Henry comienza a acostarse con Catherine y le expresa su amor, muchas enfermeras desconfían de él, puesto que temen que el narrador solo la quiera como una compañera sexual. Sin embargo, como veremos en los próximos capítulos, Henry y Catherine desarrollan un amor profundo que prospera durante toda la novela.

Otro de los pasatiempos más comunes de los soldados en el frente de batalla es la ingesta de importantes cantidades de alcohol. El consumo de bebidas alcohólicas constituye un leitmotiv en la novela, una situación recurrente que pone en evidencia la necesidad de anestesiar los sentidos para tolerar la guerra. Desde los primeros capítulos, Henry se emborracha con amigos e incluso llega a expresar la conexión entre el consumo de alcohol y la necesidad de olvidar lo que está pasando a su alrededor: “Las noches, en la cama, borracho, con la creencia de que no existe nada más que aquello, y la extraña sensación que produce el despertarse y no saber quién está a nuestro lado; y, en la oscuridad, el mundo irreal que nos rodea; esto se repite cada noche, es excitante, y uno lo hace con la convicción de que no existe nada más, nada más, y que todo nos es igual” (p. 17). Como vemos, el alcohol permite a Henry desconectarse de su entorno y olvidar, aunque sea pasajeramente, el horror en el que se ha sumido el mundo. Cuando sale de una borrachera, sin embargo, la realidad vuelve a golpearlo de forma contundente.

Henry destaca un último entretenimiento que le permite a los soldados evadirse de la realidad en la que se encuentran: el burlarse de otras personas, de sus sentimientos y de sus formas de ver el mundo. Por ejemplo, tanto Rinaldi como el capitán suelen mofarse constantemente del capellán, primero dudando de su sexualidad y luego de sus lealtades en la guerra. Las burlas sobre la sexualidad de personajes masculinos es una constante en la novela y otra de las dimensiones que Hemingway explora en relación con la guerra. Sin embargo, el comportamiento de Henry se escapa de las conductas típicas que caracterizan a otros soldados. En su trato con el capellán, por ejemplo, él se muestra más respetuoso y dispuesto a sostener diálogos serios.

Finalmente, la relación entre el capellán y Henry merece un comentario adicional, ya que es ante las preguntas del sacerdote que nuestro protagonista revela parte de su historia. Así y todo, cuando intenta explicarle el motivo que lo llevó a unirse al ejército italiano como conductor de ambulancia, es totalmente incapaz de explicar las razones que lo impulsaron a participar de la guerra. Esta carencia de palabras que le permitan justificar sus conductas pone en evidencia la incapacidad del narrador -y de toda una generación-, tanto de cuestionarse en profundidad sus propios comportamientos, como de conocer a fondo qué es lo que realmente está pasando en Occidente. En el contexto de la guerra, parece transmitir esta novela, permanecer ignorante es una forma de protegerse y de resistir emocionalmente ante el horror.

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