Orgullo y Prejuicio

Orgullo y Prejuicio Resumen y Análisis de los Capítulos 34 a 42

Resumen

Capítulo 34

Debido a su dolor de cabeza, Elizabeth se queda en Hunsford mientras Mary, Mr. y Mrs. Collins van a cenar a Rosings. Cuando llaman a la puerta, Elizabeth piensa que podría ser el coronel Fitzwilliam, pero se sorprende al encontrar allí a Darcy.

Después de preguntar por la salud de Elizabeth, Mr. Darcy se pasea nerviosamente por la habitación durante unos minutos. De repente, le declara su amor. Comienza expresando con elocuencia su admiración. Luego se refiere a la inferioridad de las conexiones sociales de Elizabeth y le explica que el comportamiento poco atractivo de su familia lo disuadió de proponerle matrimonio antes. Elizabeth se ofende y, para sorpresa de Darcy, rechaza severamente su propuesta. Ella le explica sus razones para rechazarlo. En primer lugar, cita la arrogancia con la que le propuso matrimonio. Segundo, le explica su disgusto por la forma en la que trabajó para separar a Bingley y Jane. Finalmente, afirma que nunca podría casarse con un hombre que pudiera tratar tan mal a Wickham.

Enojado y resentido, Darcy sugiere que Elizabeth podría haber pasado por alto sus faltas si él no le hubiera ofrecido su honesta opinión sobre su familia. Ella simplemente le responde que las formas de su propuesta no tienen ninguna influencia en ella, salvo porque le ahorró "el mal rato de rechazarlo si se hubiera conducido de modo más caballeroso". Después, Darcy abandona rápidamente la sala. Una vez que se haya ido, Elizabeth se derrumba y llora. Aunque se siente halagada por su propuesta, ella recuerda rápidamente que el orgullo de Darcy ha herido tanto a Jane como a Wickham, lo que la libera de cualquier remordimiento por haberlo rechazado.

Capítulo 35

A la mañana siguiente, Elizabeth decide salir a caminar, evitando su ruta habitual. Sin embargo, Mr. Darcy la encuentra. Le da rápidamente una carta y se va. Naturalmente, Elizabeth siente curiosidad por conocer su contenido, y lee la carta de Darcy inmediatamente. En ella, él le proporciona explicaciones para las muchas faltas de las que lo acusó la noche anterior.

Primero, Darcy le explica sus razones para persuadir a Bingley de que no se casara con Jane. Darcy admite que las bajas conexiones y la incorrección de la familia Bennet lo convencieron de que Jane era una mala candidata para su amigo. Sin embargo, agrega que su principal razón para disuadir a Bingley fue que Jane no parecía mostrar ninguna preferencia por Bingley. Su actitud siempre fue algo distante, aunque agradable, y, en última instancia, es por eso que Bingley comenzó a creer en las afirmaciones de Darcy. Añade que lo único que lamenta es su decisión de ocultar a Bingley la presencia de Jane en Londres, ya que no suele aprobar este tipo de subterfugios.

Entonces, Darcy niega el relato de Wickham. De hecho, el padre de Darcy quería mucho a Wickham y se había asegurado de que el niño recibiera una educación excelente. Antes de su muerte, le pidió a su hijo que promoviera el progreso profesional de Wickham y le proporcionara un ingreso, estipulando que el joven Wickham se convirtiera en clérigo (lo que constituía la declarada aspiración de Wickham). Éste, sin embargo, no tenía ningún deseo real de convertirse en clérigo y, luego de la muerte del anciano Darcy, le pidió a Mr. Darcy que le diera dinero para estudiar Derecho. Darcy le dio a Wickham 3,000 libras, bajo la condición de que renunciara a cualquiera otra asistencia. Wickham abandonó rápidamente sus estudios y despilfarró el dinero. En bancarrota, le prometió a Mr. Darcy que se convertiría en clérigo a cambio de más dinero. Cuando éste se negó, Wickham se enfureció. Poco después, Wickham convenció a Georgiana Darcy, mediante engaños, que se fugara con él, aunque ella sólo tenía quince años. Afortunadamente, Darcy se enteró del plan y evitó que su hermana lo siguiera. Está seguro de que la motivación de Wickham fue tanto la fortuna de Georgiana como el deseo de castigar a Darcy.

Capítulo 36

Elizabeth lee la carta varias veces "con una gran dosis de prejuicio hacia cuanto pudiera decir [Darcy]". Al principio no acepta la posibilidad de que Darcy considerara realmente que Jane era imparcial con Bingley, ni quiere creer las acusaciones de Darcy contra Wickham. Resuelve no pensar más en eso y guarda la carta. Sin embargo, no puede resistirse y vuelve a examinarla enseguida. Después de una larga deliberación, Elizabeth comienza a ver la potencial veracidad del relato de Darcy. Se da cuenta de que Wickham le contó una historia muy personal a una extraña (Elizabeth) sin que nadie se lo pidiera, y luego difundió este rumor por todo el pueblo. Luego, recordando su mercenario interés en Miss King, Elizabeth comienza a darse cuenta de que podría haber juzgado mal a Wickham.

Una vez que se da cuenta de lo mal que ha juzgado a Darcy, se avergüenza al reconocer "que había estado ciega, que había sido parcial, absurda y que se había dejado dominar por los prejuicios". Además, reconoce que su error es el resultado de una debilidad en su poder de discernimiento. En última instancia, acepta que la vanidad ha sido la causa de su prejuicio. Elizabeth relee la primera página de la carta, en la que Darcy detalla su influencia sobre Bingley. Se da cuenta de que realmente pudo haber dudado del apego de Jane, ya que ésta es siempre tan tímida al expresar sus afectos (como lo señaló incluso Charlotte). Finalmente, Elizabeth reconoce que la crítica de Darcy a su madre y sus hermanas menores es justa. Después de vagar por el parque durante dos horas, Elizabeth regresa a la casa parroquial, sólo para descubrir que tanto Mr. Darcy como el Coronel Fitzwilliam se habían acercado para despedirse, pero ya se habían ido. Elizabeth se alegra de no habérselos cruzado.

Capítulo 37

Lady Catherine invita a Elizabeth, Mary y los Collins a cenar. Está aburrida ahora que sus sobrinos se han ido. Allí, Elizabeth no puede dejar de pensar en cómo podría haber asistido a esta cena como futura sobrina de Lady Catherine, y se divierte imaginando la indignación que ésta habría sentido. Lady Catherine intenta persuadir a Elizabeth y a Mary para que se queden otro par de semanas, pero Elizabeth insiste en que su padre quiere que vuelva a casa.

Durante los próximos días, Elizabeth pasa mucho tiempo reflexionando sobre la carta de Darcy y sobre su propia conducta. No se arrepiente de haber rechazado a Darcy, pero se siente mal por haberlo juzgado mal. También reflexiona sobre el hecho de que el ridículo comportamiento de Lydia y Kitty es el resultado de la actitud distante de su padre y la estupidez de su madre, y que sus dos hermanas nunca cambiarán. Finalmente, Elizabeth se da cuenta de que la falta de decoro de su familia podría haberle costado a Jane un matrimonio feliz.

Capítulo 38

Elizabeth y Mary se van de la casa parroquial el sábado por la mañana, después de una larga despedida de Mr. Collins. Antes de regresar a Hertfordshire, se detienen en Londres para pasar unos días con los Gardiners. Jane vuelve a casa con ellas. Aunque Elizabeth está ansiosa por contarle a Jane lo que le pasó con Darcy, decide esperar. No quiere compartir su secreto con Mary, y prefiere darse un tiempo para decidir cuánta información revelarle a su hermana.

Capítulo 39

Kitty y Lydia saludan a sus hermanas cuando regresan a Hertfordshire. Elizabeth está feliz de saber que el regimiento abandonará Meryton pronto, aunque Kitty y Lydia están molestas por eso. Lydia espera que Mr. Bennet les permita a todas visitar Brighton ese verano, ya que los oficiales estarán allí. Durante el almuerzo, Lydia le dice a Jane y a Elizabeth que Miss King ha abandonado la región, lo que significa que Wickham está disponible nuevamente.

En el viaje de regreso a casa después del almuerzo, Lydia abruma a sus hermanas con historias de todos los bailes a los que ella y Kitty han asistido con los oficiales en Meryton. Cuando los Bennet regresan a Longbourn, cenan con los Lucas. Después de la cena, Lydia les pide a todos que caminen con ella a Meryton, pero Elizabeth se queda en la casa porque quiere evitar encontrarse con Wickham.

Capítulo 40

A la mañana siguiente, Elizabeth le cuenta a Jane sobre la propuesta de Darcy, y sobre la parte de la carta que refiere a Wickham. No menciona los comentarios de Darcy sobre Bingley, temiendo que puedan lastimar a Jane.

Jane se sorprende más por Wickham que por la propuesta de matrimonio. Ni siquiera ella puede encontrar una manera de justificar el comportamiento de Wickham. Las hermanas discuten si contarle o no a todo el pueblo sobre el verdadero carácter de Wickham. Finalmente, deciden que sería mejor mantener el asunto aquietado, ya que Wickham se irá pronto y la verdad calumniaría el nombre de Georgiana Darcy. Después de observar a Jane en su tiempo libre, Elizabeth nota que su hermana no es feliz, y que todavía está muy enamorada de Bingley.

Capítulo 41

Kitty, Lydia y Mrs. Bennet están todavía decepcionadas de que el regimiento se vaya de Meryton. Sin embargo, Lydia recibe una invitación de Mrs. Forster, esposa del coronel del regimiento, para acompañarla a Brighton. Elizabeth le ruega a su padre que evite que Lydia se vaya, explicándole que esa experiencia sólo aumentaría su frivolidad. Mr. Bennet no la escucha, insistiendo en que el Coronel Forster cuidará de Lydia y en que, de todos modos, ella es demasiado pobre como para que los oficiales la seduzcan.

En los meses siguientes, Elizabeth ve a Wickham con frecuencia. Éste intenta seducirla otra vez, pero ella se siente molesta. En una fiesta, el último día de la estadía del regimiento en Meryton, Elizabeth le insinúa a Wickham que sabe la verdad sobre su pasado. Él evita responder a sus comentarios, pero elocuentemente la ignora durante el resto del día. Después de la fiesta, Lydia regresa a Meryton con Mrs. Forster, ya que planean irse a Brighton temprano a la mañana siguiente.

Capítulo 42

El narrador ofrece algunos antecedentes sobre Mr. y Mrs. Bennet. La belleza de Mrs. Bennet cautivó al principio a su futuro esposo, pero su insensatez pronto disolvió su afecto hacia ella. Mr. Bennet ahora disfruta únicamente de los libros y del tiempo que pasa en el campo. Elizabeth siempre ha reconocido las deficiencias de su padre como marido, pero ahora es especialmente consciente de cómo el matrimonio sin amor de sus padres ha afectado a sus hijas. Culpa a su padre por no haber usado su educación para preservar al menos la respetabilidad de sus hijas.

Las semanas siguientes en Longbourn son particularmente desagradables, especialmente porque Mrs. Bennet y Kitty se quejan incesantemente por su deseo de ir a Brighton. Elizabeth se consuela esperando su próximo viaje a los lagos con sus tíos. El ambiente en el hogar pronto se estabiliza, y Elizabeth espera que el comportamiento de Kitty mejore con la distancia de Lydia. Cuando llega el momento de que Elizabeth se vaya de viaje con los Gardiner, Mr. Gardiner tiene compromisos de trabajo que lo obligan a demorarse. Por lo tanto, no podrán viajar hasta los lagos. Aunque está decepcionada, Elizabeth se alegra con cualquier excusa para viajar.

Mientras viajan hacia su destino, el grupo pasa cerca de Pemberley (la propiedad de Darcy). Mr. y Mrs. Gardiner quieren visitarlo, pero a Elizabeth la aterroriza la idea de encontrarse con él. Afortunadamente, Mrs. Reynolds, ama de llaves de Pemberley, les informa que no esperan a la familia Darcy hasta el día siguiente.

Análisis

La propuesta de Darcy tiene lugar aproximadamente a la mitad de Orgullo y prejuicio. Muchos críticos han observado que la novela está dividida en torno a este incidente. En la primera mitad de la novela, Austen se enfoca en desarrollar una complicada serie de relaciones y progresar en la trama. El ritmo de la segunda mitad disminuye considerablemente, y Austen se centra más en la reflexión y el análisis personal de Elizabeth. Esta interpretación indica que el arco principal de Orgullo y prejuicio sigue el aprendizaje de Elizabeth acerca de sí misma.

La propuesta de matrimonio de Darcy llega como una gran sorpresa para Elizabeth, lo que ilustra cómo su prejuicio ha empañado su discernimiento. Aunque Austen ha estado dando a sus lectores indicios del afecto de Darcy, la protagonista no tiene idea. En general, la escena de la propuesta de matrimonio es un excelente ejemplo de la forma en la que Austen usa el diálogo para revelar el carácter. La personalidad viva y directa de Elizabeth, y su desprecio por las consideraciones de rango se manifiestan en su reacción a la propuesta de Darcy. Por supuesto, su duro rechazo también revela su orgullo. Mientras tanto, la falta de decoro de Elizabeth se basa en gran medida en suposiciones erróneas, lo que la hace interpretar los comentarios de Darcy sobre su familia como mucho más mordaces de lo que realmente son.

El orgullo y el prejuicio propios de Darcy también se destacan en esta escena. A pesar de que Elizabeth nunca le ha mostrado ningún afecto puede afirmar que "no ponía en duda una contestación favorable". Esto es probable porque el inmenso orgullo de Darcy le hace imposible ver por qué Elizabeth podría rechazar la oportunidad de casarse con alguien perteneciente a una clase social más alta. La resentida reacción de Darcy ante la negativa de Elizabeth confirma las sospechas de ella. Aún más, él evidencia sus fuertes prejuicios de clase en su largo discurso sobre la inferioridad de las conexiones de Elizabeth. Y aún peor es la manera, insensible y torpe, en la que Darcy expresa sus críticas. No considera en absoluto que su severo juicio lastimará a Elizabeth a nivel personal.

Cuando Elizabeth comenta "si se hubiera conducido de modo más caballeroso", Darcy se da cuenta de su propio error (como veremos más adelante en la novela). A pesar de su postura, aparentemente abierta, Darcy responde de un modo más digno al de Lady Catherine, porque asume la superioridad universal de los altos rangos. El duro rechazo de Elizabeth a la propuesta de Darcy es un punto de inflexión en la novela. Su argumento es tan acalorado que parece ser el final de su relación. Al menos, es poco probable que esta pareja termine junta a menos que ellos mismos puedan cambiar.

En primer lugar, Elizabeth debe reconocer que tiene un prejuicio similar al que le ha criticado a Darcy: ella se da cuenta de esto cuando finalmente acepta la verdad sobre Wickham. Austen le ha ofrecido al lector muchas pistas sobre el verdadero carácter de Wickham: sus indecorosos chismes sobre Darcy, su seducción de la adinerada Miss King, las advertencias de Mrs. Gardiner, todo lo cual es ahora evidente para Elizabeth. La fuerza de este reconocimiento hace que Elizabeth también se vea a sí misma de manera diferente. A pesar de su desaprobación de Darcy, Elizabeth nunca creyó que él fuera deshonroso en ningún sentido. Sin embargo, aceptó rápidamente la idea de Darcy como villano después de una mera sugerencia de Wickham, un hombre en el que estaba interesada románticamente.

Comprender la interferencia de Darcy en la relación entre Jane y Bingley es un asunto mucho más complicado para Elizabeth. La verdad es que Jane está sufriendo por el mismo comportamiento del que Charlotte Lucas le advirtió: no era lo suficientemente evidente respecto a sus sentimientos por Bingley. Dos prejuicios cegaron a Elizabeth respecto a la verdad de la separación de Jane y Bingley. Primero, su parcialidad con Jane no le permitió aceptar que su hermana tenía la culpa. En segundo lugar, la orgullosa insistencia de Elizabeth en que una mujer no debe ser condescendiente para atraer a un hombre al matrimonio ha demostrado ser falsa en el caso de Jane. Si bien Austen aprueba claramente el punto de vista de Elizabeth sobre el matrimonio, postula que es un poco ingenuo cuando se lo lleva al extremo. Una mujer debe usar sus encantos para asegurar los afectos de un hombre, como lo ha hecho Charlotte Lucas, para no perder la oportunidad de casarse bien (como pudo haber hecho Jane).

El prejuicio de Elizabeth es tan fuerte que tiene que leer la carta de Mr. Darcy muchas veces antes de poder aceptar que está diciendo la verdad. Sin embargo, el hecho de que Elizabeth cambie su perspectiva tan rápidamente sugiere el optimismo de Austen sobre la capacidad de una persona de mejorar y adaptarse. Ahora que todas las falsas impresiones de Elizabeth sobre el mal carácter de Darcy se han disipado, parece aún posible que ella se enamore de él. Austen, por lo tanto, le da a su lector la esperanza de que ambas Bennet puedan unirse con sus compañeros adecuados a tiempo. El comportamiento de Elizabeth durante sus últimos encuentros con Wickham revela su madurez. Ya no permite que su vanidad empañe su juicio. "Había aprendido a descubrir en aquella misma amabilidad que al principio le atraía, cierta afectación, y hasta le disgustaba y cansaba".

Mientras tanto, muchos de los personajes tangenciales de Orgullo y prejuicio demuestran ser complementos de los protagonistas, en tanto no sufren ningún tipo de cambio significativo. Por ejemplo, Kitty y Lydia han seguido disfrutando de su frivolidad durante la ausencia de Jane y Elizabeth. Cuando todas las hermanas se reúnen para el almuerzo, Jane y Elizabeth tienen que pagar la cuenta porque Lydia y Kitty han gastado todo su dinero en caprichosas compras. Durante el viaje a casa, Lydia habla emocionada sobre sus aventuras en Meryton. Se jacta de la inapropiada conducta de ella y de Kitty, que incluye haber vestido de mujer a uno de los oficiales. Ni Kitty ni Lydia han recibido una educación digna y, como resultado, no tienen ningún sentido del decoro. Mientras tanto, la negligencia de los padres de los Bennet se vuelve cada vez más clara cuando permiten que Lydia vaya a Brighton. Mrs. Bennet apoya el viaje y desea poder unirse. A Mr. Bennet simplemente no le importa. La negligencia de Mr. Bennet es quizás peor que la de Mrs. Bennet, ya que él reconoce los defectos de Lydia pero no está dispuesto a hacer nada para cambiarla.

Finalmente, muchos críticos han cuestionado la desaparición del regimiento. Inglaterra se vio envuelta en una seria guerra con Francia cuando Austen escribió la novela (1813), pero la autora decidió excluir cualquier mención al respecto. De hecho, la trama de Orgullo y prejuicio procede como si el conflicto no tuviera ningún efecto en Inglaterra. Del mismo modo, la presencia del regimiento en Meryton y luego en Brighton (en lugar de en el extranjero) es difícil de justificar, especialmente porque los soldados parecen tener mucho tiempo para el ocio. Sigue sin quedar claro si Austen pretendía ignorar deliberadamente la guerra (quizás para enfatizar la experiencia femenina sobre el acto de guerra, inherentemente masculino) o si, simplemente, no se sentía preparada para escribir sobre ello.