Las telas de araña (Símbolo)
En la historia, las telas de araña son el símbolo del velo que separa al hombre de la realidad. En un principio, se presentan como un elemento más del desorden y la suciedad en la que vive el protagonista: “Y, sin comprenderlo, observaba sus paredes verdosas, llenas de hollín, el techo cubierto de telas de araña” (p. 208). Aparentemente, la suciedad de su habitación se debe a que Matriona, la mujer que trabaja en su casa, no limpia como es debido:
Se me ocurrió llamar a Matriona y al instante la reprendí paternalmente por las telas de araña y el desorden general; pero ella solo me miró con asombro y se dio la vuelta, sin responder palabra, de manera que las telas de araña siguen hasta ahora colgando felizmente en su sitio (p. 208).
Poco después, conocemos mejor al protagonista y descubrimos que es un soñador, un hombre que se pasa los días y las noches en su habitación o vagando por la ciudad, fantaseando y sin hablar con nadie. Cuando conoce a Nástenka, se enamora de ella, y, más adelante, cree que ella se enamora de él. Pero cuando Nástenka lo abandona, el velo de la fantasía cae y el protagonista regresa a su casa. Ahí descubre que Matriona ha quitado por primera vez las telarañas y que el mundo que lo rodea es ahora diferente al que creía:
Miré a Matriona... Todavía era una mujer vital y joven, y no sé por qué se me presentó de pronto con la mirada apagada, arrugas en la cara, encorvada y senil... No sé la razón por la que me figuré mi habitación tan envejecida como ella. Las paredes y los suelos parecían descoloridos y todo estaba ensombrecido. No sé por qué al mirar por la ventana me dio la impresión de que la casa de enfrente también se tornaba decrépita y sombría, a la vez que la pintura de sus columnas se ahuecaba y caía; que las cornisas se habían ennegrecido y agrietado y en las paredes de color ocre chillón aparecían manchas… (p. 259).
El rapto de melancolía (Motivo)
El rapto de melancolía es un motivo de larga data en la historia de la cultura occidental. En la antigüedad se creía que la melancolía era una enfermedad producida por un exceso de bilis negra, uno de los cuatro líquidos o “humores” que componían el cuerpo, según los saberes medicinales pseudocientíficos del momento. Se ha supuesto, también, que los raptos de melancolía podían ser producto de una posesión demoníaca. Actualmente, se los suele describir como la aparición de un sentimiento doloroso que se produce por evocar el pasado perdido.
La configuración de personajes melancólicos es particularmente usual durante el Romanticismo, movimiento cultural de carácter vanguardista muy influyente en Europa y del cual Dostoyevski se inspiró en gran medida. En el caso de “Noches blancas”, el protagonista se presenta a sí mismo como una persona que hace tres días que deambula “por la ciudad, sumido en una profunda melancolía” (p. 206). Es un hombre solitario que recorre las calles sin hablar con nadie. Cuando conoce a Nástenka por primera vez, habla sobre su melancolía en estos términos:
¿Sabe que ahora, en una fecha determinada, me gusta recordar y visitar aquellos lugares donde algún día fui feliz a mi manera? ¿Sabe que me gusta construir lo presente conforme a lo que se fue sin retorno, y a menudo deambulo por las callejuelas y avenidas petersburguesas como una sombra triste y afligida, sin finalidad ni necesidad alguna? (p. 230).
El protagonista parece sumido en la melancolía que se le presenta, de a raptos, diariamente. Es por eso que, para él, tanto la alegría como la tristeza no pueden existir más que en el pasado. Como lo expresa al final de su relato: "¡Dios mío! ¡Un minuto entero de felicidad! ¿Acaso es poco para toda una vida humana...?" (p. 259).
Los sueños (Motivo)
Los sueños son un motivo recurrente a lo largo de todo el relato. Para desambiguar, no se trata de aquellos que se tienen durante el acto de dormir, sino que incluye a los sueños entendidos como fantasías o imaginaciones. Es por esto mismo que el subtítulo de “Noches blancas” es “Un relato sentimental (de los recuerdos de un soñador)”.
Un soñador es una persona que vive una vida paralela, a veces confusa, en donde se representa a sí mismo historias que no suceden del todo en el mundo real. Un año antes de la publicación de “Noches blancas”, Dostoyevski escribió en su Crónica de San Petersburgo: “¿Saben ustedes, señores, lo que es un soñador? Es una pesadilla de San Petersburgo, un pecado personificado, una tragedia silenciosa, misteriosa, sombría y salvaje” (2010: p. 65).
Los sueños, como motivo, se presenta así de manera ambigua: por un lado, el soñador es un personaje que "está por encima de los deseos porque lo tiene todo, está saciado, él mismo es el artífice de su vida" (p. 226); por el otro, son también estos sueños, estas fantasías, las que pueden provocar el desastre: "Me parece que he perdido todo el tacto y la intuición en lo real, en lo tangible; porque finalmente lancé maldiciones contra mí mismo” (p. 229). Los sueños, así, funcionan como escape y bálsamo de lo real, pero también son los que provocan el aislamiento y la angustia.
Cuando se produce el desenlace de la historia, y Nástenka abandona al narrador, el sueño se termina y lo único que queda es la angustia de la vida real: "Ha sido un sueño, una ilusión... Hoy estoy sufriendo por usted hasta más no poder. ¡Perdóneme, perdóneme...!" (p. 258), le dice Nástenka al romper su corazón.