Resumen
Escena Decimatercia
En el velatorio de Max Estrella están, además de su mujer y su hija, Dorio de Gádex, Clarinito y Pérez (los jóvenes modernistas). Llega Don Latino, ebrio, y señala que Max ha muerto pobre, “como todos los españoles dignos” (p.297). Luego dice que en España es un delito tener talento y besa la frente de Max. Madama Collet pide que lo retiren del lugar. Claudinita lo culpa por la muerte de su padre. Don Latino invita a Dorio a beber vino y ambos salen.
Llega al velatorio Basilio Soulinake, un periodista alemán que vive en Madrid. Pregunta quién certificó la defunción. Dice que estudió medicina durante diez años en Alemania y tiene la impresión de que Max no está muerto, sino que se trata de un caso de catalepsia. En ese momento, la portera informa que ya está en la puerta el coche fúnebre para trasladar al difunto.
La portera y Basilio Soulinake discuten sobre si Max está muerto o no. Ingresa al lugar el cochero; tiene prisa por realizar el traslado. Finalmente, para comprobar la muerte, el cochero enciende una cerilla y la coloca en el dedo pulgar de Max. La falta de reacción confirma su muerte. Entonces lo trasladan al cementerio.
Escena Decimacuarta
Dos sepultureros conversan en el cementerio. Coinciden en que el entierro de Max ha sido pobre. Dicen que fue un hombre de mérito, pero que en España eso no se premia. Por una calle del cementerio se acercan Rubén Darío y el Marqués de Bradomín. Conversan sobre la muerte, la literatura y sobre cómo han conocido a Max. Rubén Darío y el Marqués conversan con los dos sepultureros. Estos se quejan de que su sueldo no les alcanza para comer. El Marqués les da un dinero para que cuiden la sepultura de Max.
Escena Última
Don Latino, borracho y dolorido por la muerte de Max, está en la taberna de Pica Lagartos e invita a beber al Pollo de Pay-Pay. Está indignado porque ninguno de los miembros de la academia ha presenciado el entierro. Continúa invitando bebidas. Tiene en su poder gran cantidad de billetes, lo que llama la atención de Pica Lagartos, el chico de la taberna y La Pisa Bien, que también están en el lugar. Allí se descubre que ganó la lotería con el número que Max le había comprado a La pisa Bien. Ella reclama su propina. Por otro lado, Pica Lagartos le informa a Don Latino que Max dejó una gran deuda en la taberna, y cree que él debe pagarla. También el Pollo de Pay-Pay desea una parte del dinero, por lo que deja ver una navaja que lleva oculta, amenazando a Don Latino.
Finalmente, todos ellos dejan de molestar a Don Latino. Una vendedora de periódicos, Pacona, promociona en la calle El Heraldo. Lee en voz alta uno de los titulares, que anuncia la muerte de dos señoras en la calle de Bastardillos. Don Latino lee la noticia y quienes están en la taberna intuyen que aquellas mujeres son la esposa y la hija de Max. Creen que se han suicidado por las penurias que sufrían. Pica Lagartos le dice a Don Latino que ahora él hubiera podido socorrerlas, haciendo referencia a la gran cantidad de dinero que ganó en la lotería. Finalmente, Pica Lagartos afirma que el mundo es una controversia, y Don Latino responde: “¡Un esperpento!” (p.312).
Análisis
Las tres escenas finales ocurren al día siguiente de la muerte de Max Estrella, durante la mañana y la tarde, y funcionan estructuralmente como un epílogo que cierra la obra. En la Escena Decimatercia velan el cadáver de Max. La escena es grotesca: se presentan dudas sobre la veracidad de la muerte de Max y se somete al cadáver a dos pruebas para corroborar su fallecimiento.
Como en secciones anteriores, también aquí vemos una nueva referencia a Jesucristo, en la acotación que abre la escena, cuando se describe el cuerpo de Max que están velando: “Astillando una tabla, el brillo de un clavo aguza su punta sobre la sien inerme” (p.297). Los críticos generalmente coinciden en señalar la descripción de este clavo como una alusión a la corona de espinas que Cristo llevaba en su frente cuando murió.
Por otro lado, en esta escena se alude nuevamente al tema de la pobreza, tratado con frecuencia en esta obra. Dorio de Gádex ironiza sobre la situación económica de los que llevan una vida bohemia: “¡Ninguno tiene reloj! ¡No hay duda que somos unos potentados!” (p.297). También Don Latino se refiere a la pobreza económica, y nuevamente se presenta con ello una crítica a la sociedad española de su tiempo: “¡Te has muerto de hambre, como yo voy a morir, como moriremos todos los españoles dignos! (…) ¡En España es un delito el talento!” (Ídem.). Sus palabras recuerdan a las del preso catalán en la Escena Sexta: “En España el trabajo y la inteligencia, siempre se han visto menospreciados” (p.264). Esto refuerza la idea de que la sociedad española vive en una realidad deforme y absurda, y que la vida en esas condiciones es imposible. Por eso las muertes en esta obra se presentan como consecuencia de esa realidad social y política. En el caso de Max, su muerte es distinta a la del preso catalán, aunque ambos la han presagiado: la muerte del preso es trágica, mientras que Max tiene una muerte mísera. Este muere borracho, hambriento, con frío y enfadado con “la vida miserable de España” (p.292) que les “deforma las caras” (Ídem.).
Don Latino aparece nuevamente comparado con un perro, esta vez en boca del propio personaje: "¡Max, ya no tienes una palabra para tu perro fiel!” (p.297). Además en las acotaciones vemos que la descripción de las acciones de este personaje se superponen con las de un perro que merodea el lugar, y que aparece por primera vez en esta escena. Por ejemplo: “DON LATINO se dobla, y besa la frente del muerto. El perrillo, a los pies de la caja, entre el reflejo inquietante de las velas, agita el muñón del rabo” (p.297).
Por otro lado, Don Latino elogia a su amigo comparándolo con Victor Hugo en un diálogo con Claudinita: “¡Que te sirva de consuelo saber que eres la hija de Víctor Hugo!” (p.297). La comparación con el famoso escritor francés ya había aparecido antes: en la Escena Quinta, Don Latino le dice al inspector Serafín, cuando quieren encarcelar a Max, que su amigo es “¡El Víctor Hugo de España!” (p.261). En la Escena Duodécima, por otra parte, Max presagia su propia muerte luego de una alucinación en la que visualiza el entierro de Victor Hugo.
Por otro lado, el periodista alemán que aparece en esta escena, Basilio Soulinake, está inspirado en una persona real, como otros personajes de la obra. En este caso se trata de Ernesto Bark (1858-1922), un escritor y periodista emigrado del entonces Imperio Ruso, que formó parte de la bohemia madrileña. Él escribió un libro titulado La santa bohemia (1913).
La Escena Decimacuarta transcurre en el cementerio donde han enterrado a Max. Se ha elidido el momento del entierro. Dos sepultureros hablan de temas triviales (los asuntos amorosos de la viuda de un concejal), y en el diálogo se insiste en la crítica a la sociedad española: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo” (p.303). Esta escena tiene similitudes con la primera escena del Acto V de Hamlet (1602), de William Shakespeare, que se inicia también con dos sepultureros conversando, antes de que entren en escena Hamlet y Horacio.
En contraste con esa conversación, se presenta el diálogo entre Rubén Darío y el Marqués de Bradomín, en el que principalmente tratan el tema de la muerte. El Marqués de Bradomín es un personaje literario creado por Valle-Inclán, y es el protagonista de sus Sonatas (1902-1905), una tetralogía narrativa. Además, generalmente se considera a este personaje como el alter ego de Valle, es decir, un personaje que guarda muchas semejanzas con el propio autor.
Cuando se acercan los sepultureros, el Marqués pregunta: “¿Serán filósofos, como los de Ofelia?” (p.305). Esto es una referencia directa a Hamlet, V, Esc. I, en la que los sepultureros abren la fosa en la que será enterrada Ofelia. Luego aparecen otras referencias a esa obra y a su autor. Por ejemplo, Rubén pregunta: “¿No ama usted al divino William?” (Ídem.). El Marqués elogia la obra de Shakespeare, y critica a los dramaturgos españoles de su tiempo: “Querido Rubén, Hamlet y Ofelia, en nuestra dramática española, serían dos tipos regocijados. ¡Un tímido y una niña boba!” (Ídem.). Finalmente, otra referencia a Hamlet se da en este diálogo:
RUBÉN.—Todos tenemos algo de Hamletos.
EL MARQUÉS.—Usted, que aún galantea. Yo con mi carga de años estoy más próximo a ser la calavera de Yorik.
(sic, p.305)
Yorick era el bufón del rey. Hamlet jugaba con él cuando era un niño. En el cementerio, un sepulturero le muestra a Hamlet su cráneo, y él lo recuerda con angustia y horror: “¡Pobre Yorick! Yo lo conocía, Horacio: era un un tipo muy divertido y de enorme fantasía. Más de mil veces me llevó a sus espaldas… y cuán horrendo aparece ahora en mi imaginación” (Hamlet, V, I, p.631).
Por otro lado, a través de la conversación entre Rubén y el Marqués vemos lo que piensan los personajes de la vida, así como las diferentes maneras en que enfrentan la muerte. Por ejemplo, Rubén dice: “Marqués, la muerte muchas veces sería amable, si no existiese el terror de lo incierto. ¡Yo hubiera sido feliz hace tres mil años en Atenas!” (p. 304), refiriéndose a que la concepción de la vida y de la muerte era diferente en la Antigua Grecia. El Marqués cree que allí la vida era más serena, y Rubén comenta que solo allí los “hombres han sabido divinizarla” (Ídem.). También el Marqués se refiere al tema de la fugacidad de la vida: “No es más que un instante la vida” (Ídem.).
El tema de la escasez de dinero en la vida de los bohemios reaparece al final de la escena, cuando el Marqués comenta: “Necesito dinero. Estoy completamente arruinado” (p.307). Esto se enlaza con el tema de la escena siguiente, la Última, en la que vemos que Don Latino gana el décimo de la lotería que pertenecía a Max, y que estaba en la cartera que el primero le quitó (Escena Duodécima). Todos los que rodean a Don Latino en la taberna de Pica Lagartos anhelan tomar una parte del dinero del premio, y empiezan a hacerle intimidaciones. Acá podemos ver también el tema de la codicia que despierta el dinero.
La tensión de esta escena se rompe con el titular que anuncia la vendedora de diarios: “¡Muerte misteriosa de dos señoras en la calle de Bastardillos!” (p.311). Se presume que Madama Collet y Claudinita se han suicidado. El hecho está estrechamente ligado con la Escena Primera, en la que Max propone el suicidio como medio de poner fin a sus penurias. De manera que la obra se cierra remitiendo a la propuesta de Max con la que ha comenzado. También en la Escena Primera Claudina anticipa el lugar donde se da cierre a la obra: “¿Sabes cómo acaba todo esto? ¡En la taberna de Pica Lagartos!” (p.243).
En el final de la obra se trata el tema de lo veleidoso de la fortuna: el décimo de la lotería favorece a Don Latino, después de que otros personajes también lo tuvieron en sus manos. Ese dinero, como sugiere Pica Lagartos, hubiera podido socorrer a la hija y esposa de Max, pero a Don Latino esto no parece importarle. En el cierre de la obra, Don Latino hace una nueva referencia al esperpento, en relación a lo absurdo de la vida. El cierre es grotesco: el último personaje que habla es un borracho que repite las mismas palabras que ha exclamado anteriormente (Escena Tercera): “¡Cráneo previlegiado!” (sic, p.312), dejando un hondo sentimiento de absurdo.