Mirada de Madame Arnoux como rayos de sol (símil)
“A veces sonreía, deteniendo en él sus ojos un minuto. Entonces Frédéric sentía penetrar sus miradas en su alma, como esos grandes rayos de sol que descienden hasta el fondo del agua. La amaba sin segunda intención, sin esperanza de correspondencia, absolutamente; y en aquellos mudos transportes, parecidos a expansiones de la gratitud, hubiera deseado cubrir su frente de una lluvia de besos”.
La mujer que más adora Frédéric a lo largo de la novela es Madame Arnoux, a pesar de que ella se encuentra casada y de que nunca deja a su marido para estar con él.
Este símil nos deja entrever la pureza de los ojos de esta señora, así como su profundidad. Aparentemente, es ella inocente y honesta, algo que atrae mucho a Frédéric, debido a que le despierta un gran sentimiento de cariño que se mantendrá durante toda la historia.
Símil entre Rossanete y Madame Arnoux
“El trato de aquellas dos mujeres sonaba en su vida como dos músicas: la una, alegre, ardiente, divertida; la otra, grave y casi religiosa; y vibrando a la vez, iban aumentando y mezclándose poco a poco. Porque si la señora Arnoux le rozaba tan solo con un dedo, la imagen de la otra inmediatamente se presentaba a su deseo, porque de este lado era menos lejana la esperanza; y cuando al lado de Rosanette llegaba su corazón a conmoverse, se acordaba de su gran amor”.
Así como ama a Madame Arnoux, Frédéric se siente profundamente atraído por Rossanete. A pesar de ello, las considera dos mujeres totalmente diferentes.
Si bien ambas le hacen sentir que son como músicas indispensables que suenan en su vida, el carácter de Rossanete es mucho más práctico y avasallante, mientras que el de Madame Arnoux es más bien tierno y delicado. Pareciera como si estas dos mujeres representaran, en su conjunto, una suerte de ideal de dos fuerzas aparentemente inconciliables en una misma mujer.
Huida de Arnoux/Derrocamiento de la aristocracia (metáfora)
En la tercera parte de la novela, el señor Arnoux, siempre tan poderoso a lo largo de toda la historia, cae en quiebra. Sus deudas son mucho mayores que sus ingresos y ya no puede salir adelante, por lo que decide irse de París. Con él se va también Madame Arnoux y así se distancia definitivamente del protagonista.
Esta quiebra de los Arnoux funciona en la novela como una metáfora de la caída de la aristocracia, que es uno de los objetivos que pretendía la Revolución de 1848.