La precariedad de la vida de Johnny
Cuando Bruno visita a Johnny en su habitación de hotel al principio del relato presenta al lector una serie de imágenes sensoriales sobre cómo es su vida:
... Johnny está en la peor de las miserias; la ventana da a un patio casi negro, y a la una de la tarde hay que tener la luz encendida si se quiere leer el diario o verse la cara. No hace frío, pero he encontrado a Johnny envuelto en una frazada, encajado en un roñoso sillón que larga por todos lados pedazos de estopa amarillenta. Dédée está envejecida, y el vestido rojo le queda muy mal; es un vestido para el trabajo, para las luces de la escena; en esa pieza del hotel se convierte en una especie de coágulo repugnante. (p. 299)
El aspecto físico de Johnny
Si bien hay pocas descripciones de Johnny, el narrador a veces utiliza algunas imágenes sensoriales para dar cuenta de cómo vive el jazzman y de su estado de locura. Cuando lo encuentra al inicio del relato, hace notar al lector: "Johnny ha sacado una de sus largas manos flacas de debajo de la frazada, y yo he sentido la fláccida tibieza de su piel" (p. 300).
Más adelante, cuando Bruno está por retirarse de la habitación, Johnny se levanta su frazada y revela su cuerpo desnudo: "... y se ha reído con toda su bocaza, obscenamente manteniendo las piernas levantadas, el sexo colgándole al borde del sillón como un mono en el zoo, y la piel de los muslos con unas raras manchas que me han dado un asco infinito" (p. 312).
Luego, tras la muerte de su hija, Bee, el aspecto de Johnny parece empeorar ante los ojos del narrador: "... en el intervalo he podido vislumbrar el rostro de Johnny y lo he visto de un gris ceniciento, con la boca torcida y los ojos apretados hasta arrugarse" (p. 339).
Los recuerdos de Johnny
En sus charlas con Bruno, Johnny despliega una serie de recuerdos muy vívidos a través de algunas imágenes sensoriales:
Veía el vestido con unas cintas, un moño, una especie de adorno al costado y un cuello... no al mismo tiempo, sino que en realidad me estaba paseando alrededor del vestido de Lan y lo miraba despacito. Y después miré la cara de Lan y la de los chicos (...) también le oí a mi vieja una oración larguísima, donde hablaba de repollos, me parece, pedía perdón por mi viejo y por mí y decía algo de unos repollos... (pp. 309-310)
Este tipo de recuerdos se articula muchas veces en el discurso fragmentado de Johnny y ayuda al lector a recuperar el trasfondo de su vida.