Resumen
Capítulo 1: Día de Navidad
Es el último año de la carrera de Andrés Hurtado. Un día, al volver del hospital, Margarita le dice que Luisito, el hermano menor, escupe sangre. Andrés se apresura a revisarlo: teme que tenga tuberculosis, por lo que se lleva un pañuelo manchado con sangre para analizar en el laboratorio. Afortunadamente, el resultado es negativo. Por pedido de Andrés, el médico de la sala acude a su hogar para atender a Luisito. Este confirma que puede tratarse de una tuberculosis incipiente y recomienda que lo trasladen a orillas del Mediterráneo para cambiar su alimentación, el aire y tomar baños de sol. Como Pedro Hurtado, el padre, que tiene unos primos en Valencia, les escribe para solicitarles una de las casas que tienen en alquiler. Le ofrecen una en un pueblo cercano a Valencia y Andrés se pone en marcha hacia allí para comprobar si es adecuada para el niño. Viaja durante la Nochebuena y llega en Navidad. Desde que deja atrás La Mancha, el paisaje, el clima e, incluso, la forma de hablar de los habitantes cambian. Una vecina le entrega la llave de la casa: le parece un paraíso con su galería y su huerta. Decide que es el lugar correcto para albergar a su hermano: envía un telegrama y regresa a Madrid.
Capítulo 2: Vida infantil
Andrés regresa a Madrid y le da instrucciones a Margarita para instalarse en la nueva casa. Pedro, Margarita y Luisito parten hacia allí unas semanas después. Para no pensar tanto en la enfermedad del pequeño, Andrés se dedica a estudiar muchísimo y consigue licenciarse. Al terminar con los exámenes viaja al pueblo valenciano. Encuentra a Luisito mejor de salud y a Margarita muy cambiada: "El aire y el sol le habían dado un aspecto de salud que la embellecía" (146). Pasa su estadía allí sacando agua del pozo para regar y cosechar en la huerta, pero la tierra se seca pronto por el calor. Mientras lo plantado con anterioridad crece y florece, lo nuevo se seca y marchita. También, incentiva a Luisito a salir y jugar con otros niños: el pequeño se broncea con el sol del lugar, adquiere el acento valenciano y juega con los pícaros Roch, Choriset y Chitano. A Andrés le parece algo atrasado el modo de vida de la gente del pueblo por la división de género que aplican en todas las actividades.
Capítulo 3. La casa antigua
Pedro Hurtado le dice a su hijo que ya pueden volver a Madrid porque Luisito no tiene tos ni fiebre. Andrés, como médico, no está de acuerdo. El padre insiste: es lo mejor para Margarita también y no tiene medios para sostener los dos hogares. Doña Julia, prima de don Pedro, llega un día a la casa y les propone que Margarita, Andrés y Luisito pasen una temporada en casa de otros tíos, solteros y sin hijos, en la ciudad de Valencia. Andrés no está de acuerdo con que vayan a una ciudad, pero cede.
Los parientes son tres hermanos varones y una mujer, todos mayores y sin hijos que viven en una casa grande en la parte antigua de la ciudad. Margarita y Luisito están a gusto, pero Andrés no siente simpatía por esas personas. Además, Luisito, mimado por sus tíos, no hace caso a las recomendaciones de Andrés: no quiere salir a tomar sol ni jugar en la calle. Andrés discute con la criada, que apenas habla castellano, ya que no abre las ventanas para ventilar el cuarto. Como la mujer no entiende, Andrés le habla sobre microbios y gérmenes. No tiene éxito: "Efectivamente; al día siguiente, las ventanas estaban cerradas, y la criada contaba a las otras que el señorito estaba loco, porque decía que había unas moscas en el aire que no se veían y que las mataba el sol" (155).
Capítulo 4. Aburrimiento
Andrés está buscando una plaza de médico en un pueblo, pero no tiene éxito. Para aprovechar el tiempo, decide estudiar las asignaturas para el Doctorado. Allí en Valencia no le gusta salir y lo único que hace es estudiar y, por la noche, contemplar la ciudad de casas blancas, azules y rosadas desde la azotea. A veces lo acechan pensamientos perturbadores sobre las fuerzas de la naturaleza. Es primavera: Luisito ha pasado bien el invierno.
Capítulo 5. Desde lejos
Cuando está por comenzar mayo, Andrés se va a Madrid para examinarse para el Doctorado y leer la tesis escrita en Valencia. En Madrid no está bien: su padre sigue siendo hostil y Alejandro se ha casado con una mujer infeliz a quien lleva a comer a la casa familiar. Lee en el periódico que un médico de un pueblo de Burgos necesita un sustituto y se presenta. En su casa miente diciendo que va hacia lo de un compañero que lo ha invitado a pasar un tiempo en su pueblo. Al llegar, conoce al médico, quien le ofrece vivir en su casa. Andrés pasa un plácido y alegre verano. Un mes y medio después de su llegada, sin embargo, la tranquilidad termina. El cartero le entrega un sobre manoseado por tanto andar de pueblo en pueblo. Se trata de una carta de su padre en la que le informa la muerte de Luisito en Valencia ocho días atrás. Margarita ha intentado encontrar a Andrés antes, pero no sabían su paradero. La noticia le produce estupor. En lugar de viajar, decide escribirles a su padre y a Margarita. Con la respuesta de su hermana, se entera de que la causa de la muerte de Luisito: una meningitis tuberculosa, con delirios, fiebre y gritos. A pesar de ello, recuerda a Luisito alegre y sonriente como la última vez que lo vio.
Análisis
Esta tercera parte corresponde a la culminación de la etapa de formación académica de Andrés Hurtado, quien se licencia y se doctora. Las referencias autobiográficas aquí son varias: Baroja, como Andrés, se licencia y doctora en Medicina; estudia en Madrid y en Valencia; vive durante un periodo de tiempo en Valencia; y atraviesa el duelo por la muerte de uno de sus hermanos. La tesis doctoral de Baroja tiene como tema el dolor y es, en esta parte de la novela, en la que el protagonista se pregunta por el dolor.
El momento más trascendental está constituido por la muerte del hermano Luisito. Esto marca profundamente a Andrés, pero no por el dolor sino por la ausencia o la falta de él y, por ende, la comprensión del asunto. Andrés no sabe qué hacer ante la noticia de la muerte: es indiferente, pero esa indiferencia, en lugar de presentarse como ausencia de pensamientos, se carga de reflexiones: "Aquella indiferencia suya, aquella falta de dolor, le parecía algo malo. El niño había muerto; él no experimentaba ninguna desesperación. ¿Para qué provocar en sí mismo un sufrimiento inútil? Este punto lo debatió largas horas en soledad" (161). Andrés, en su búsqueda de sentido de la vida, no sabe cómo actuar ante la muerte y, en lugar de sentir, piensa.
Cuando Luisito se enferma, Andrés se altera. Como estudiante de Medicina, conoce los peligros de una enfermedad como la tuberculosis y el narrador presagia: "Si el chico estaba realmente tuberculoso, no había salvación" (141). Se trata de un enfermedad infecto-contagiosa que ataca a los pulmones y, eventualmente, a otros órganos, que en el siglo XIX, tiene una alta tasa de mortalidad. Andrés convoca a un médico del hospital y sigue sus indicaciones profesionales: cambiarlo de sitio para que se recupere en otro ambiente, un consejo muy utilizado en la época para la atención de los enfermos de este tipo. Luego, cuando logra la licenciatura, comienza a hacerse cargo personalmente del hermano y lo hace adoptar medidas higiénicas relacionadas con la ventilación, la limpieza de ambientes, las duchas frías y la vida al aire libre. Estas medidas también son parte de los tratamientos de la época para la sanación de los enfermos. El niño, que a esta altura de la novela tiene aproximadamente diez años, mejora visiblemente. Pero, luego, cuando se muda al centro de Valencia con sus tíos y abandona las indicaciones, empeora.
En esta parte de la novela la descripción de los espacios adquiere un rol importante, sobre todo para esa sanación. Fuera de Madrid, las personas pueden forjar una salud más fuerte. Esto se deja ver desde el momento en el que Andrés está en el tren y un pasajero, caracterizado como "un aldeano fuerte, de aspecto enérgico y duro de manchego" (141), le ofrece una manta: "Yo no la necesito. Ustedes los señoritos son muy delicados" (142). Así se evidencia que Madrid cría jóvenes delicados y la vida rural, hombres fuertes. Valencia, el destino elegido, se presenta como el lugar con el clima y la alimentación ideal para la sanidad de sus habitantes. Las imágenes visuales y sensoriales cambian radicalmente cuando el tren atraviesa el espacio: "Pasada la Mancha, fría y yerma, comenzó a templar el aire. Cerca de Játiva salió el sol, un sol amarillo que se derramaba por el campo entibiando el ambiente. La tierra presentaba ya un aspecto distinto" (Ibid.). Incluso en la vestimenta de los pobladores al llegar y en el dialecto y los regionalismos usados, como el del regionalismo de la interjección valenciana "ché" (Ibid.), es evidente el cambio de escenario.
Andrés suma a su tratamiento higienista del niño, la indicación de que no lea, como es su tendencia, sino que juegue en el exterior con otros niños. Este es el momento en el que Luisito está más saludable que nunca, cuando adopta las costumbres valencianas y se hace parte del medio: "Luisito, negro por el sol, hablando ya con el mismo acento valenciano que los demás chicos, jugaba en la carretera" (148). Los amigos con los que juega Luisito, algo mayores que él, son descendientes del pícaro, personaje tradicional de la literatura española: jóvenes inmorales que sobreviven con el robo u otras actividades cuestionables. Sin embargo, el trato con ellos no perjudica al enfermo, sino todo lo contrario. Esa vida al aire libre y sin reglas en el exterior le proporciona bienestar al chico. Aquí se configura, una vez más, el tema del determinismo charlado anteriormente con Iturrioz y, también, se insinúa el problema que se trabaja en la cuarta parte, que está íntimamente relacionado con el título de la novela y ya trataremos en el próximo apartado.
Además, encontramos aquí nuevamente la idea de la naturaleza y del dominio de ella. Andrés intenta ocuparse de las plantas y de la huerta del sitio, pero nada de lo nuevo crece. Sin embargo, lo antiguo, lo que naturalmente es propio del lugar, crece de manera irrefrenable. Esto se presenta como una imagen alegórica de lo que sucede con la salud del niño cuando está en el ámbito exterior y se dispone a ser libre de las reglas y normas sociales. En cambio, cuando se muda y vuelve a las costumbres del interior y a las reglas vetustas de las personas mayores que los albergan, fallece.
A Andrés, la noticia sobre la muerte del niño lo sorprende en un pueblo de Burgos que se configura como un pequeño oasis de tranquilidad en su vida. De hecho, esta es la metáfora que se utiliza en la novela: "Llevaba mes y medio en este oasis" (160). Esa dicha queda trunca con la llegada de la carta que anuncia la muerte: la ilusión de la cura se acaba. Una vez más, sus expectativas se defraudan. La formación de Andrés termina para él con una enseñanza relacionada con las decepciones que la vida le ofrece.