Arráncame la vida

Arráncame la vida Ironía

Andrés habla en sus discursos políticos sobre igualdad de género, cuando trata a su esposa como a un ser inferior. (Ironía situacional)

El hecho de que la novela esté narrada desde el punto de vista de Catalina, casada con un líder político, permite, entre otras cuestiones, evidenciar el contraste entre lo que este muestra o dice públicamente y el modo en que se comporta en privado. En la casa, Andrés no trata a Catalina más que "como un juguete con el que platicaba de tonterías, al que se cogía tres veces a la semana y hacía feliz con rascarle la espalda y llevar al zócalo los domingos" (p. 40), y cuando ella intenta preguntarle por sus negocios y su trabajo él "contestaba siempre que no vivía conmigo para hablar de negocios, que si necesitaba dinero que se lo pidiera.” (p. 40). Esto contrasta abismalmente con el discurso que Andrés da en medio de su gira de candidatura a raíz de la institucionalización del voto femenino, donde proclama acerca de la importancia “de la participación femenina en las luchas políticas” y de “la igualdad dentro de las relaciones conyugales” (p. 63).

El discurso de Ascencio acerca de la igualdad de género y los derechos de la mujer resulta irónico si se tiene en cuenta el machismo y la desigualdad jerárquica que Andrés instala y sostiene en su propio matrimonio. Catalina, testigo de sus palabras, declara este momento como decisivo: “De ahí para adelante no le creí un sólo discurso” (p. 63).

Catalina, atraída por Fernando, se convence de que este siente lo mismo por ella, cuando en verdad el hombre es homosexual. (Ironía situacional)

Desde que lo conoce en una fiesta, Catalina se siente terriblemente atraída por Fernando Arizmendi. Tanto es así que lo llama con cualquier excusa e inventa recados pedidos por Andrés para poder verlo. Aunque no se besan, ella repite las frases de él en su cabeza y se convence de que Fernando siente por ella lo mismo que ella por él. La situación se revela irónica en tanto al parecer todos están al tanto de un dato que se escapa a Catalina. Esta lo descubre cuando escucha a su marido decir: "No cabe duda que los maricones son fuente de inspiración (...) A las mujeres les encantan platicar con ellos. Quién sabe qué tienen que les resultan atractivos. Con decirte que cuando conocimos a éste yo ya me puse celoso y encerré a Catalina. Ahora es el único novio que le permito y me encanta ese noviazgo" (p. 112).

Chofi sentencia que todas las embarazadas son lindas, mientras que, según Catalina, Chofi nunca se vio tan desmejorada como cuando estaba embarazada. (Ironía situacional)

En el capítulo 10, Catalina comparte con su amiga Bibi la opinión de que el período del embarazo es bastante más tortuoso de lo que la sociedad quiere hacer creer. En cambio, Chofi sentencia que nada hay más noble que la maternidad y declara que no conoce "una sola mujer que se vea fea cuando está esperando", y ante la negativa de Catalina insiste: "¿A quiénes conoces que se vean feas esperando un hijo?" (p. 135), como declarando que eso es imposible. La situación es irónica en tanto el contraejemplo que tiene en mente Catalina es, justamente, Chofi, que "desde que se embarazó la primera vez quedó como pasmada", "se le puso luna panza del tamaño de las nalgas, y unas chichis como de elefanta" (p. 135).

Andrés habla en el entierro de Carlos de que los asesinos deben ser castigados, cuando fue él quien lo mandó a matar. (Ironía situacional)

En el capítulo 19, Carlos Vives es encontrado muerto en la casa de la noventa, una cárcel clandestina para presos políticos, que responde indirectamente a las órdenes de Andrés. La situación que se da inmediatamente después, en el entierro del célebre músico, constituye una ironía, en tanto las palabras que Andrés Ascencio dedica públicamente al muerto procuran castigar a los culpables de tan lamentable pérdida. Catalina sabe que fue su marido quien ordenó secuestrar y asesinar a Vives, y sin embargo debe escuchar su discurso en el entierro, donde Andrés sentencia que "Carlos Vives murió víctima de los que no quieren que nuestra sociedad camine por los fructíferos senderos de la paz y la concordia" (p. 245) y que "No sabemos quiénes cortaron su vida, su hermosa vida que les pareció peligrosa, pero estamos seguros de que habrán de pagar su crimen" (p. 245). Una vez más, la novela pone de relieve a través del personaje de Andrés la hipocresía, el cinismo y el sadismo, propios del despotismo en el poder.

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