Winston todavía está en el Ministerio del Amor, pero su salud sigue mejorando continuamente. Está comiendo bien y está más fuerte cada día. Le han dado una almohada y un colchón para su catre, se ha bañado. Además tiene nueva ropa interior y un mono limpios. Winston no está seguro de las horas precisas, pero piensa que han pasado algunas semanas o meses. Ha soñado mucho, la mayor parte del tiempo con el País Dorado, su mamá, Julia, y O´Brien. Está contento y tranquilo en sus sueños. Eventualmente, empieza a hacer ejercicio, caminando por la celda y levantando peso. Cuando puede hacer una largatija, se siente muy satisfecho. Pronto empieza a usar la pizarra y el lapiz que le dieron. Elaborando lo que estuvo discutiendo con O´Brien, Winston analiza su perspectiva del mundo. Se da cuenta de que no puede luchar contra el Partido, y que O´Brien tiene razón en decirle que la cordura es una cuestión estadística. Escribe sobre la pizarra: ¨La libertad es la esclavitud, dos y dos son cinco¨. Después duda, olvidando qué sigue. Piensa y luego escribe: ¨El poder es Dios¨. Él acepta que el pasado es algo transformable, acepta la ley del Partido, y asume que ha estado equivocado. Piensa: ¨Rendirse, y lo demás venía por sí solo¨.
Winston duerme, y en sus sueños la llama a Julia. Se despierta a sí mismo con esta exclamación e inmediatamente se da cuenta que ha retrocedido considerablemente al revelar esta debilidad. Su mente se había rendido, pero no su corazón. Predeciblemente, Winston escucha el paso de unas botas dirigiéndose hacia su puerta. O´Brien entra y le dice a Winston que lo siga. Le explica que, intelectualmente, está bastante bien, pero que emocionalmente él no ha progresado nada. Exigiéndole honestidad, O´Brien le pregunta a Winston qué piensa del Gran Hermano. Winston le contesta: ¨Lo odio¨. O´Brien nota que ha llegado el momento de que Winston ame al Gran Hermano. Lo envía a la Habitación 101.
O´Brien encuentra a Winston en la Habitación 101, y le explica esta es ¨lo peor del mundo¨, siendo esto diferente para cada individuo. Para Winston, lo peor del mundo son las ratas. Winston ve la jaula y empieza a gritar, quejándose. O´Brien toma la jaula, que contiene ratas gigantes, y la deja al lado de Winston. Le explica que las ratas son carnívoras, y se sabe que comen bebés y atacan a enfermos y moribundos. La jaula tiene una máscara que cabe encima de la cabeza de Winston. Al soltar la palanca, la puerta de la jaula se abrirá, permitiendo que las ratas accedan a la cara de Winston. Estas lo atacarán y le arrancarán los ojos, las mejillas y la lengua. Winston entra en pánico. Se da cuenta que tiene que poner a alguien más entre él mismo y el horror de esa jaula. "Estaba ciego, desesperado, con el cerebro vacío¨. Cuando la máscara está a apenas algunos centimetros de su cara, grita, ¨¡Házselo a Julia!¨. Le ruega a O´Brien que torture a Julia en lugar de él. O´Brien ya está satisfecho.
Winston ha sido liberado del Minsterio del Amor. Está sentado en El Café del Nogal, tomando su ginebra de la Victoria con sabor a clavo. Winston escucha la telepantalla, impaciente por el boletín informativo del Ministerio de la Paz. Debería haber noticias sobre África Central. De repente, su mente se desvia. Últimamente, le cuesta concentrarse en un pensamiento específico. Puede oler la ginebra, y piensa cómo su aroma está siempre mezclada con el olor de las ratas. Un mesero que reconoce a Winston como cliente regular, le alcanza un tablero de ajedrez y el Times antes de volver a llenar su vaso de ginebra. Él empieza a examinar el problema de ajedrez en el Times: ¨Juegan las blancas y mate en dos jugadas¨. Mira al Gran Hermano, pensando en silencio: ¨Las blancas siempre ganan¨.
La telepantalla anuncia que ldarán un boletín a las quince treinta. Le emociona pensar en las noticias. Eurasia está invadiendo África Central, y si ellos tienen éxito, tal vez puedan dividir Oceanía en dos, lo que significaría la destrucción del Partido. Sin querer, delinea "2+2=5" en el polvo sobre la mesa, y piensa en Julia. Se vieron una vez más tras ser liberados, simplemente de casualidad. Él la siguió en su camino, siempre unos pocos metros atrás. Eventualmente paró y puso su brazo alrededor de su cintura, pero sintió una revulsión al pensar en hacerle el amor. Ella no respondió: su cuerpo se sintió rígido y sin vida. Se sentaron en un banco, con cierta distancia entre ellos. Después de un rato ella le dijo: ¨Te traicioné¨. Él le dijo que también lo había hecho. Se pusieron de acuerdo, durante una conversación distante, que hay algunas cosas que pueden hacer a uno pensar solamente de sí mismo. Después de eso, es imposible volver a sentirse igual hacia la persona que amabas. Ella puso un pretexto para irse, y ambos sugirieron débilmente que tenían que encontrarse, sabiendo que nunca lo harían. Winston la siguió un rato más, pero eventualmente la perdió en la multitud y se dio por vencido en el esfuerzo.
Sentado en el Café del Nogal, Winston siente nostalgia y, se le llenan los ojos de lágrimas cuando empieza a sonar la canción que dice ¨Bajo el nogal de las ramas extendidas, yo te vendí y tú me vendiste¨ por la telepantalla. El mesero le trae más ginebra. Winston reflexiona sobre cómo ahora su vida está llena de ginebra. Es ¨su vida, su muerte y su resurrección¨. Winston es una presencia permanente en el Café del Nogal, a pesar de su nuevo cargo en un subcomité bajo muchos otros subcomites, y solo va al trabajo algunos días por semana. Hace poco, pero es bien renumerado. Los pensamientos de Winston vuelven a la batalla, a África. Se pregunta si aún hay un enfrentamiento. De repente, un fuerte recuerdo aparece. Winston tenía nuevo o diez años, y estaba sentado sobre el piso agitando una caja de dados, riéndose con entusiasmo. Su madre estaba sentada frente a él, también riéndose. Fue nada más un instante, en sus duras vidas, de felicidad y camaradería. Su madre había salido bajo la lluvia para comprarle ese juego de mesa como recompensa por portarse bien. Por toda una tarde, Winston, su madre y su hermanita la pasaron muy bien.
Winston expulsa el recuerdo de su mente, seguro de que es una de esos falsos recuerdos que siguen molestándolo. De repente, se escucha una ruidosa trompeta que anuncia que el boletín está a punto de comenzar. Oceanía ha flanqueado a Eurasia, capturando todo el continente africano y terminando quizás la guerra. Es la victoria más importante de la historia. Winston escucha las noticias con emoción, pensando que todo va a salir como imaginaba. Sus pies empiezan a moverse, y se imagina a sí mismo corriendo por la calle con las entusiastas multitudes. Mira al póster del Gran Hermano y se asombra de su grandeza. Reconoce que hace apenas diez minutos se había preguntado si Oceanía podía ser derrotada. Pero ahora, mirando los ojos firmes y cálidos del Gran Hermano, se da cuenta que esto nunca podría suceder. Con lágrimas cayendo por su rostro, Winston entiende que al fin se ha derrotado a sí mismo. Ama al Gran Hermano.
Análisis
Estos capítulos describen la recuperación de Winston después de su experiencia cercana a la muerte en el Ministerio del Amor. O´Brien sigue siendo su salvador, permitiéndole a Winston curarse, beneficiarse de comodidades básicas, como un colchón y una almohada, y ganar fuerza. Durante este proceso, Winston empieza a aceptar por completo la versión del mundo de O´Brien. Sin el Partido, no hay nada. Aquí, vemos la eficacia de la tortura física y psicológica de O´Brien. Winston, un hombre solo, no tiene ninguna esperanza en repeler con éxito estas invasiones en su cuerpo y su mente. Es vencido por la fuerza y el poder. Sabiendo que ha sido vencido, Winston todavía se pregunta cuándo será por fin asesinado, cuándo el Partido decidirá que su vida ha terminado.
Winston revela que su conversión no está completa cuando grita el nombre de Julia mientras duerme. O´Brien le observa el comportamiento de Winston metódicamente, esperando ver con precisión cuánto ha avanzado. Cuando Winston grita en sus sueños, O´Brien sabe que todavía hay un vestigio de pensamiento individual en su mente. Ama a Julia, y para tener éxito como miembro del Partido, solo puede amar al Gran Hermano. Para arreglar este defecto, O´Brien lleva a Winston a la Habitación 101. La jaula de las ratas empuja la cordura de Winston hasta al límite. Para algunos, la jaula debe parecer una herramienta muy sencilla, insuficiente para lograr la sumisión total de Winston. Sin embargo, antes nos enteramos de que el gran temor de Winston son las ratas. Este temor es inherente, y radica en la profundidad de su subconsciente. Por eso, ser confrontado con la posibilidad de estar sentado en una silla completamente consciente mientras su rostro es comido por ratas es la peor amenaza que puede recibir. Aquí, Orwell sostiene de nuevo que el dolor físico es lo peor que una persona puede enfrentar. Winston no es capaz de luchar contra ese horror, y se somete casi de inmediato. En esta importante escena, Winston pierde cualquier esperanza de mantener su espíritu independiente o su amor por Julia. Una vez se habían prometido uno a otro que el Partido jamás podría vencer el amor que se tenían, pero ahora resulta que estaban equivocados.
Aunque su amor por Julia es eliminado, como vemos con el fracaso de su accidental encuentro, Winston no ama aún al Gran Hermano. En la sociedad de Oceanía, Winston es reducido a un mero cuerpo ambulante. El régimen totalitario lo ha quebrado. Es posible que el lector haya visto alguna vez a Winston como la esperanza de un futuro mejor para Oceanía y del final del Partido. Pero aquí, en los últimos capítulos, entendemos que no hay ninguna esperanza de rebelión contra un régimen así. El poder del Partido es total, y tras lograr este poder, no hay forma de revertirlo. En la última escena, Winston llega finalmente a amar al Gran Hermano, y así nota que, al final, ha logrado derrotarse a sí mismo. El hombre que al principio conocimos ya no existe. Winston se ha sometido al control psicológico total del Partido.
Al reflexionar sobre este final, es importante notar que Winston era uno de los pocos miembros de la sociedad de Oceanía que aún recordaba aquellos tiempos antes de la Revolución. Julia, aunque descontenta con la vida en el Partido, nunca creyó en el potencial de una rebelión exitosa. Es fácil asumir que, cuando las últimas personas que recuerdan la vida previa a la Revolución mueran, y la Neolengua tome el control sobre el viejo idioma, eliminando así la mera posibilidad de que los ciudadanos piensen en contra del Partido, no habrá esperanza alguna para los ideales de Winston. El control del Partido será absoluto, y es difícil imaginarse una situación que pudiera cambiar esto. Aquí, tenemos la advertencia final de Orwell. El autor sugiere que permitir que estos regímenes totalitarios se desarrollen y tomen el control es el equivalente a dirigir a la sociedad hacia un gobierno violento, y hacia la absoluta eliminación de los pensamientos y las libertades individuales, o sea, hacia la distopía definitiva.